Un monje llamado Columbano, discípulo del santo abad del mismo nombre, deseaba ya entregar su vida. Lleno de esperanza en el Señor, oraba pidiendo ser llevado de este mundo. Entonces se le apareció un varón resplandeciente, que le dijo:
«Tu abad, con sus oraciones, impide que salgas de esta vida».
Columbano llamó a su abad y, entre lágrimas, le dijo:
«¿Por qué me obligas a vivir tan triste vida y me impides ir a la dicha eterna?».
El abad, conmovido, reunió a todos los monjes. Le dio el viático, lo abrazaron, y Columbano entregó su alma en paz.

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