Helinando. Este exclamó: “¡Este monte está lleno de demonios!”.

 

San Del Obispo Remense, según cuenta san Antonino, estando enfermo, envió a Helinando, un sacerdote, con ciertos encargos. Acompañado por otro sacerdote, le dijo:  

“Ve adelante y prepara lo necesario”.  

Al pasar por un monte espeso, su caballo comenzó a inquietarse y se negó a avanzar; con furioso ímpetu, volvió hacia Helinando. Este exclamó:  

“¡Este monte está lleno de demonios!”.  

Helinando hizo la señal de la cruz, y entonces empezaron a escuchar aullidos y gritos que resonaban en el bosque. Tras ello pudieron entrar, aunque cada paso parecía abrir un camino entre sombras invisibles. El aire se tornó pesado y el silencio se quebraba con lamentos que surgían de todas partes. Los sacerdotes avanzaban con temor, pero sostenidos por la fuerza de la cruz, mientras los caballos sudaban y temblaban como si vieran lo que los hombres no podían ver.  

Las voces se mezclaban con los aullidos, repitiendo palabras incomprensibles, y el eco del monte parecía responderles. 

El suelo vibraba bajo sus pies, como si estuviera vivo, y las ramas se agitaban sin viento alguno. Sin embargo, la señal de la cruz les abrió paso, y pudieron atravesar aquel lugar cargado de presencias oscuras, sabiendo que no era por su fuerza, sino por la virtud de la fe.  

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