El poder de Dios está por encima de cualquier yerba

 

Un alquimista, intentó curar a un anciano venerable que padecía una grave úlcera en la pierna. Le había aconsejado sumergirse en el Rin, entre las aguas heladas, o aplicarse hierbas que después debía esconder entre las tejas para observar si se pudrían. Persistió en ese método durante un mes entero, sin que la llaga mejorara en lo más mínimo. Era evidente que tal cosa no provenía de sabiduría, sino de ignorancia y fraude.

Desesperado, un domingo el anciano fue a la iglesia. Tomó un vaso de agua bendita y lo pasó con fe por su pierna enferma, y milagrosamente quedó completamente curado. Volvió a su casa, arrojó las hierbas por la ventana y dijo a los aldeanos:

“El poder de Dios está por encima de cualquier yerba que hierva o de cualquier brujo que pretenda sanar.”


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