pecado no puede ser curado si no rompe con su hábito.

 

Un santo varón vio a una mujer sensual de pie sobre un horno encendido.

Alrededor había un círculo dentro del cual muchas personas estaban encerradas sin poder salir.

El santo le preguntó quién era y ella respondió:

«Soy la portera del infierno, y me llamo Costumbre del Pecado.»

Y añadió:

«Ese círculo es el amor al pecado; dentro de él retengo a los que se me adhieren.

Así como quien cae en un pozo profundo no puede salir, así tampoco quien se acostumbra al mal puede ser liberado fácilmente.»

El fuego —decía— no puede mantenerse en el agua, ni el enfermo ser curado si el mal ha llegado hasta la médula de los huesos; de la misma manera el acostumbrado al pecado no puede ser curado si no rompe con su hábito.

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