San Gregorio de Hostia y el milagro contra la plaga de langostas

Hace muchos siglos, cuando una terrible plaga de langostas, pulgones y orugas devastaba los campos de España —especialmente en los obispados de Calahorra, Pamplona, Tarazona y Zaragoza—, los fieles no sabían qué hacer. Las oraciones comunes parecían no bastar, y muchos empezaban a caer en supersticiones, buscando remedios prohibidos por la Iglesia.

Deseando actuar como buenos cristianos, los pueblos decidieron consultar al Sumo Pontífice, pidiendo que les indicara un remedio lícito y santo contra aquella calamidad.

El Papa, después de deliberar con sus cardenales, envió a España como su legado apostólico al obispo San Gregorio de Hostia, un varón santo y bienaventurado, conocido por su fe, prudencia y virtud.

La misión del santo obispo

Cuando San Gregorio llegó, no comenzó maldiciendo a las langostas, ni pronunciando excomuniones contra los animales, sino corrigiendo los pecados del pueblo.

Con profunda sabiduría, les enseñó que los castigos naturales muchas veces son consecuencia de la tibieza y el pecado, y que la verdadera defensa está en volver a Dios.

Mandó entonces que se hicieran:

Procesiones solemnes por los pueblos y campos.

Ayunos y oraciones públicas.

Disciplinas y actos de penitencia.

Después, vestido con sus ornamentos pontificales, celebró varias misas al aire libre, en medio de los campos, invocando la misericordia de Dios sobre la tierra maltratada.

El milagro

Y fue entonces cuando ocurrió el milagro:

ante la presencia del santo obispo, todas las plagas —langostas, pulgones y orugas— comenzaron a huir hasta desaparecer completamente, dejando la tierra limpia y fértil por muchos años.

El pueblo entero reconoció que no fue por fuerza humana, ni por conjuros, sino por la gracia de Dios y la santidad de su siervo.

San Gregorio continuó en aquellas tierras el resto de sus días, dedicado a la oración y a la predicación, y allí entregó su alma a Dios, quedando su santo cuerpo en la villa de Berruenza, en Navarra.

Devoción y práctica cristiana en su memoria ✝️

Desde entonces, los cristianos de esas regiones tienen gran devoción a San Gregorio de Hostia, especialmente en tiempos de plagas o cuando los frutos del campo están en peligro.

Cada año, durante los meses de marzo, abril y mayo, los sacerdotes celebran misas en su honor o en memoria de los ángeles y otros santos, y luego salen en procesión hacia los montes o lugares altos para bendecir los términos con la cruz y agua bendita, rociando hacia los cuatro vientos.

Esta práctica es considerada una defensa santa y legítima contra las plagas y animales dañinos, aprobada por la Iglesia, sin superstición ni error, como ejemplo del poder de la oración y la fe bien ordenada.



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