había sido sanado no solo en su cuerpo, sino también en su espíritu


cuando san Bernardo se encontraba gravemente enfermo.

Su cuerpo, debilitado , la Reina del Cielo la virgen María, descendió a su celda, resplandeciente, llena de majestad y ternura, y se le apareció en la misma figura y hermosísima presencia con que enamoró al Rey del Cielo e hizo que descendiera a su seno virginal.

La Virgen se acercó a su siervo con gesto de madre y le tomó la mano. Con su sacratísima mano le palpó el pulso, como una doctora divina. En ese instante, el dolor cesó, el cuerpo de Bernardo recuperó su fuerza y la enfermedad desapareció por completo.

El santo, sobrecogido de amor y gratitud, comprendió que había sido sanado no solo en su cuerpo, sino también en su espíritu. Desde entonces, decía que la Virgen era su salud y su descanso, y que no había medicina más poderosa que su mirada.


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