En el a帽o del Se帽or 931, en las fr铆as tierras del norte, entre montes cubiertos de brezos y niebla, se encontraba el valle de Gnithaheidi. Los aldeanos de la regi贸n viv铆an en constante temor, pues dec铆an que en las noches sin luna un rugido profundo estremec铆a los bosques, y que un fuego aparec铆a movi茅ndose como una serpiente sobre las colinas.
Pronto supieron que no era fuego com煤n: era un drag贸n, una criatura enorme de escamas brillantes como el oro fundido y ojos encendidos como carbones. De d铆a dorm铆a bajo tierra, pero al caer la noche sal铆a a buscar una persona como sacrificio. Nadie sab铆a de d贸nde hab铆a salido, solo que exig铆a sangre humana cada d铆a, y si no encontraba v铆ctima, devoraba el ganado y quemaba las cosechas con su aliento ardiente.
Desesperados, los aldeanos fueron a pedir ayuda al padre Anselmo, el sacerdote del peque帽o templo de San Olaf. Conmovido por el sufrimiento de su gente, el padre Anselmo comenz贸 a orar y a bendecir los alrededores de la aldea con agua exorcizada. Durante tres d铆as, el drag贸n no apareci贸, y el pueblo crey贸 que el mal hab铆a sido vencido.
Pero al cuarto d铆a, un rugido retumb贸 en la monta帽a. El drag贸n volvi贸 con m谩s furia, envolviendo la aldea en humo. El sacerdote levant贸 el crucifijo y grit贸:
> “¡Por el nombre de Jesucristo, te ordeno que te retires, esp铆ritu impuro!”
El drag贸n retrocedi贸, pero no se desvaneci贸. Durante varias noches, el padre Anselmo luch贸 con oraciones, ayunos y letan铆as, logrando alejarlo por momentos, pero no pod铆a desterrarlo del todo. Entonces comprendi贸 que la fuerza de un solo hombre no bastaba contra aquel esp铆ritu antiguo.
Anselmo emprendi贸 camino hasta la ciudad de Nidaros, donde viv铆a el obispo San Roderico, un hombre de profunda fe. Le cont贸 todo: los rugidos, las v铆ctimas y el fuego que ninguna lluvia pod铆a apagar. El obispo comprendi贸 que no se trataba de un simple monstruo, sino de una presencia demon铆aca que se alimentaba del miedo y del pecado acumulado en aquella tierra pagana.
El obispo convoc贸 a cuatro sacerdotes santos: el padre Hug贸n, el padre Baldemar, el padre Eirik y el padre Godwin. Todos juntos emprendieron el camino hacia el valle maldito llevando solo una gran cruz de hierro, agua bendita, incienso y el Sant铆simo Sacramento.
Cuando llegaron a la cueva, el cielo se oscureci贸 aunque era de d铆a. De las profundidades sali贸 un rugido tan fuerte que las piedras temblaron. Entonces apareci贸 el drag贸n, cubierto de fuego, abriendo sus alas como si abrazara el valle entero.
El obispo Roderico levant贸 la cruz y exclam贸:
> “¡Jesucristo, Se帽or del cielo y de la tierra, domina sobre las bestias y los esp铆ritus rebeldes! ¡Que este fuego infernal se apague ante tu Nombre Santo!”
El drag贸n lanz贸 una llamarada tan grande que pareci贸 que el cielo se abr铆a, pero el fuego no los toc贸. Las llamas rodearon a los sacerdotes sin quemarlos, como si una barrera invisible los protegiera. Los hombres de Dios se arrodillaron y comenzaron a rezar el Salmo 90, seguido del Exorcismo Mayor.
El drag贸n grit贸, gir贸 sobre s铆 mismo, y su fuego se volvi贸 humo. Intent贸 volar, pero el aire se volvi贸 pesado. La tierra tembl贸 bajo sus patas, y finalmente, con un rugido desgarrador, el drag贸n se elev贸 envuelto en su propio fuego y desapareci贸 entre las nubes, dejando solo el olor a azufre y el eco de su derrota.
Cuando el silencio regres贸, el obispo orden贸 levantar una peque帽a capilla dedicada a San Miguel Arc谩ngel, justo frente a la entrada de la cueva, para sellar el lugar con la bendici贸n del cielo.
Desde entonces, nadie volvi贸 a ver al drag贸n. Los aldeanos dec铆an que a veces, en las noches de tormenta, se o铆a un rugido lejano entre los montes, pero sab铆an que mientras la cruz de la capilla siguiera en pie, ning煤n fuego del infierno podr铆a volver a reinar all铆.
El valle de Gnithaheidi, antes maldito, fue llamado desde entonces “El Valle Purificado”, recordando que ni el oro, ni el fuego, ni las sombras pueden resistir donde el nombre de Jes煤s es proclamado con fe y autoridad.
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