Beda, en las gestas de los ingleses, cuenta que un rey de Inglaterra tenía un soldado valiente en armas pero corrupto en vida. Fue advertido muchas veces para que se corrigiera, pero despreciaba los consejos. Finalmente enfermó y el rey lo visitó, exhortándolo a arrepentirse. El soldado respondió: “Ahora sí me arrepiento, veo que he sido temeroso”. Aunque aún tenía tiempo para hacer penitencia, cuando la enfermedad se agravó y se le volvió a exhortar, dijo: “Ya es tarde, el tiempo para arrepentirse ha pasado”. Entonces aparecieron dos jóvenes resplandecientes con libros escritos en letras doradas. Uno se colocó a la cabeza y otro a los pies, y dijeron: “Este enfermo está destinado a morir. Veamos si tenemos algún derecho sobre él”. Al abrir los libros, no encontraron ninguna obra buena, salvo una pequeña en su infancia. Luego llegaron dos demonios negros con un libro en el que estaban escritos todos sus pecados. Al leerlo, los jóvenes dijeron: “Maldito, te dejamos porque no ofreciste penitencia con tu cuerpo, no aplicaste remedios a tus heridas, ni resististe a tus enemigos. El camino del bien fue ocupado y arrebatado”. Se marcharon y lo dejaron con los demonios, uno a la cabeza y otro a los pies. Murió en ese estado.
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