El 10 de septiembre de 1881, día dedicado al glorioso nombre de María, Don Bosco se encontraba con los Salesianos realizando ejercicios espirituales en San Benigno Canavese.
Esa noche, mientras dormía, tuvo un sueño extraordinario.
Soñó que paseaba en una gran sala, bellamente adornada, acompañado de los Directores de las casas salesianas. De pronto, apareció entre ellos un hombre de aspecto tan majestuoso que apenas podían mirarlo.
Llevaba un manto riquísimo, cubierto como una capa. En su pecho colgaba una banda con una inscripción que decía: “Sociedad Salesiana”, y en una cinta que caía hacia abajo: “Cómo debe ser”.
Aquel personaje tenía diez grandes diamantes de brillo deslumbrante.
Tres en el pecho: Fe, Esperanza y Caridad.
Dos en los hombros: Trabajo (derecho) y Templanza (izquierdo).
Y cinco más en la parte posterior del manto: el más grande al centro con la palabra Obediencia, y alrededor de él: Voto de pobreza, Premio, Voto de castidad y Ayuno.
De cada uno de esos diamantes salían rayos luminosos en los que se leían frases llenas de sentido espiritual
“Tomen el escudo de la fe para luchar contra las trampas del diablo.”
“La fe sin obras está muerta.”
“No los que oyen la ley, sino los que la cumplen, poseerán el Reino de Dios.”
Esperanza:
“Confíen en el Señor, no en los hombres.”
“Que sus corazones estén siempre fijos donde están los verdaderos gozos.”
Caridad:
“Ayúdense unos a otros si quieren cumplir la ley divina.”
“Amen y serán amados, pero amen las almas suyas y de los suyos.”
“Recen devotamente el Oficio divino, celebren con atención la Santa Misa y visiten con amor al Santísimo Sacramento.”
Trabajo:
“Remedio contra la concupiscencia.”
“Arma poderosa contra las trampas del diablo.”
Templanza:
“Si quitas la leña, el fuego se apaga.”
“Hagan pacto con sus ojos, con la gula y con el sueño, para que estos enemigos no dañen sus almas.”
“La intemperancia y la castidad no pueden convivir.”
Obediencia:
“Fundamento de todo edificio espiritual y compendio de santidad.”
Pobreza:
“De los pobres es el Reino de los cielos.”
“Las riquezas son espinas.”
“La verdadera pobreza no se hace con palabras, sino con el corazón y las obras; ella abre las puertas del cielo.”
Castidad
“Todas las virtudes vienen con ella.”
“Los limpios de corazón verán los misterios de Dios y verán al mismo Dios.”
“Si te atrae la grandeza del premio, no te asuste la cantidad del trabajo.”
“El que sufre conmigo, gozará conmigo.”
“Lo que padecemos en la tierra es momentáneo; lo que gozaremos en el cielo, eterno.”
Ayuno:
“Arma poderosísima contra las trampas del enemigo.”
“Guardián de todas las virtudes.”
“Con el ayuno se expulsan todo tipo de demonios.”
En la orla rosada del manto se leía:
“Tema de predicación por la mañana, al mediodía y por la tarde.”
“Recojan los fragmentos de las virtudes y edificarán un gran edificio de santidad.”
“¡Ay de ustedes si desprecian las cosas pequeñas! Poco a poco caerán.”
Los Directores estaban impresionados. Don Miguel Rúa dijo que debían tomar notas para no olvidar. Don Fagnano, sin tener lápiz, escribió con el tallo de una rosa, y todos podían leer lo que escribía.
Mientras él escribía, la luz desapareció y la sala quedó en tinieblas. Entonces Don Ghivarello pidió silencio y todos se arrodillaron rezando el Veni Creator Spiritus y el De Profundis, seguido de la jaculatoria: “María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros”.
De pronto, apareció una nueva luz y un cartel con esta frase:
“Cómo corre peligro la Sociedad Salesiana.”
El personaje reapareció, pero con expresión triste. El hermoso manto estaba ahora roto y apolillado. Don Bosco vio que los diamantes se habían transformado en polillas que lo devoraban.
En lugar de las virtudes, ahora se leían vicios:
En lugar de Fe: “Sueño y pereza.”
En lugar de Esperanza: “Risa y frivolidad.”
En lugar de Caridad: “Negligencia en los oficios divinos. Aman sus cosas, no las de Jesucristo.”
En lugar de Templanza: “Gula y quienes hacen del vientre su dios.”
En lugar de Trabajo: “Sueño, robo y ociosidad.”
En lugar de Castidad: “Codicia de los ojos y soberbia de la vida.”
En lugar de Pobreza: “Cama, vestido, bebida y dinero.”
En lugar de Premio: “Nuestra recompensa está en las cosas terrenas.”
En lugar de Ayuno: sólo quedaban desgarrones.
En el sitio de Obediencia: un gran hueco.
El dolor entre los presentes fue inmenso. Algunos se desvanecieron, otros lloraban, y varios se arrodillaron rezando el Rosario.
Entonces una voz fuerte exclamó:
“¡Ha desaparecido tanta belleza! ¡Cómo se ha transformado el mejor color!”
De pronto apareció una luz intensísima con forma humana: era un joven vestido de blanco, con una túnica bordada en plata y oro, adornada de diamantes.
Con voz firme y dulce dijo:
> “Siervos e instrumentos del Dios Omnipotente, escuchen y comprendan.
Anímense y sean fuertes.
Lo que han visto y oído es una advertencia celestial para ustedes y sus hermanos.
Los golpes que se ven venir duelen menos y pueden evitarse.
Cada palabra que se les ha mostrado debe ser tema de predicación.
Prediquen sin cesar, a tiempo y a destiempo.
Pero vivan lo que predican, para que sus obras sean una luz que pase de generación en generación.”
> “Sean prudentes al aceptar a los nuevos miembros: examínenlos bien, sean firmes en su formación, prudentes en admitirlos.
Prueben a todos, pero quédense con los buenos; a los inconstantes, déjenlos ir.”
> “Mediten cada mañana y cada noche sobre la observancia de las Constituciones.
Si lo hacen, nunca les faltará la ayuda del Dios Omnipotente.
Serán ejemplo para el mundo y para los ángeles, y su gloria será la gloria de Dios.
El joven terminó cantando:
> “Los que vean el fin de este siglo y el comienzo del siguiente dirán:
El Señor ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos.
Y todos los hijos e hijas de ustedes cantarán unidos:
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre d
a gloria.”
La melodía celestial era tan hermosa que todos se unieron al canto.
Cuando terminó, la luz se apagó y Don Bosco despertó, justo cuando comenzaba a amanecer.
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