Un joven, con gran contrición de sus pecados, fue a confesarse con un sacerdote. Afuera de la iglesia el demonio lo esperaba, pero no se atrevía a entrar. Por eso, cuando el muchacho salió, el demonio le preguntó si había visto a su compañero de maldad. El joven respondió: “Soy yo”.
Entonces el demonio replicó: “Mientes, porque veo al ángel de Dios caminando a tu lado”. Admirado, el muchacho se fortaleció con la señal de la cruz, y el demonio desapareció confundido.
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