Historia del Príncipe Calisto y su conversión a cristo

Año del Señor 1427, Reino de Castilla.
Álvaro no podía dejar de pensar en Isabela, la mujer que amaba y que lo consumía por completo. Su deseo por ella lo dominaba tanto que sentía que su vida dependía de conquistarla. Aquella pasión lo arrastraba hacia la oscuridad, y su criado Rodrigo, astuto y ambicioso, aprovechaba su estado para guiarlo hacia las artes prohibidas, prometiéndole que podría doblegar la voluntad de Isabela.

En el silencio de la noche, mientras recorría los pasillos del castillo, Álvaro habló consigo mismo:

—¡Isabela! —se lamentaba—. Este deseo me consume más que cualquier incendio que haya devorado ciudades enteras. ¿Qué dolor es mayor: el que destruye cuerpos en un solo día, o el que quema el alma por toda la eternidad?

Rodrigo, preocupado, lo miró con cautela:

—Está claro que esta pasión lo supera.

—¿Qué murmuras, Rodrigo? —preguntó Álvaro, con el rostro encendido por la ansiedad.

—Nada, señor… —respondió el criado.

—Habla sin temor. Dime lo que piensas.

—Es increíble —dijo Rodrigo— que un hombre pueda ser consumido tanto por un deseo. Ningún fuego que haya arrasado ciudades ha tenido tal fuerza.

—¡Insensato! —replicó Álvaro—. Este deseo dura toda la vida y consume más que cualquier otra amenaza. El cuerpo puede morir, pero el alma sufre más bajo la carga de la pasión.

—Lo que haces es impío —advirtió Rodrigo—. Estás abandonando tu razón y tu fe.

—¡Yo no soy cristiano! —gritó Álvaro—. Sigo a Isabela, la adoro, en ella creo, la amo. Ella es todo para mí.

Rodrigo, viendo que su amo estaba completamente perdido en la obsesión, le mostró unos libros prohibidos y comenzó a instruirlo:

—Lee estos textos y practica los rituales. Con esto podrás controlar lo que deseas. Solo la constancia en estos secretos hará que Isabela se incline ante ti.

Álvaro tomó los libros, temblando de deseo y de miedo, mientras Rodrigo le explicaba con detalle los conjuros y las artes ocultas. Cada palabra parecía darle poder, pero también lo ataba más a la oscuridad.

Mientras tanto, en otra parte del castillo, la madre de Álvaro y su criada observaban con preocupación el estado de su hijo.

—Está perdido en manos de la oscuridad —dijo la madre—. Debemos buscar a un sacerdote y unirnos en oración por su alma.

El sacerdote acudió con rapidez, y juntos se dirigieron al castillo, preparados para enfrentar la influencia maligna que había atrapado a Álvaro.

Esa noche, Álvaro y Rodrigo comenzaron los rituales en la torre del castillo. Un estruendo estremeció los muros. Ante las puertas apareció San Miguel Arcángel, resplandeciente y firme, interponiéndose entre la luz y la oscuridad. La presencia divina dispersó los conjuros y el demonio huyó aterrorizado.

El fuego sobrenatural comenzó a consumir las torres y muros del castillo. Álvaro, atrapado en su obsesión y aferrado a los libros prohibidos, no quiso salir. Rodrigo también pereció entre las llamas. La madre, el sacerdote y la criada lograron escapar, orando por la salvación del alma de Álvaro, aunque él ya estaba perdido.


🔥 Así terminó la lucha de un joven que dejó a Dios por un amor idolatrado, y la victoria del Cielo que mostró que ningún poder humano puede vencer la justicia divina.

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