En el Sagrado Libro de Tobías encontramos un ejemplo extraordinario para la educación y santidad en el matrimonio. En la primera noche de sus bodas, los santos esposos hicieron un razonamiento que sirve de doctrina al mundo. El virtuoso joven dijo a su esposa:
Conviene que consagremos a Dios estos tres primeros días de nuestro nuevo estado, y primero nos unamos con nuestro Dios y Señor en santas oraciones. Porque somos hijos de santos padres; y pasada la tercera noche de oración, comenzaremos el uso lícito de nuestro desposorio.”
Este ejemplo nos enseña que los matrimonios que comienzan con oración y dedicación a Dios tienen mayores posibilidades de recibir bendiciones celestiales.
Advertencia sobre los matrimonios desenfrenados
Lamentablemente, muchos jóvenes, dominados por la lujuria, comienzan sus matrimonios como si Dios no existiera y como si no fueran cristianos. En estos casos, el demonio encuentra terreno fácil para interferir, impidiendo que las bendiciones del cielo se manifiesten y transformando el matrimonio en fuente de fatalidades y sufrimientos.
El Ángel de Dios advirtió a Raquel:
Quienes toman el matrimonio de tal manera que excluyen a Dios de sí mismos y de su mente, y se entregan a su lujuria como el caballo y el mulo que no tienen entendimiento: el demonio tiene poder sobre ellos.”
Así, los esposos desenfrenados, a menudo enfermos y corruptos en su cuerpo y alma, no solo dañan su propia salud, sino que pueden transmitir esta debilidad a sus esposas e hijos. Como dice el Sabio:
“Del impuro, ¿qué cosa pura puede venir?”
Herencia moral de la lujuria de los padres
La conducta de los padres puede dejar marcas profundas en sus hijos, no de manera determinante, pero sí con predisposiciones naturales. Estas son algunas consecuencias:
1. Inclinaciones hacia el desenfreno
Los hijos de padres que viven en lujuria pueden tener una tendencia mayor a los mismos vicios. No están condenados, pero su alma y voluntad pueden caer más fácilmente en el pecado si no se fortalecen con educación y virtud.
2. Corrupción de la castidad y pureza
La castidad, entendida como la capacidad de vivir la sexualidad de manera ordenada y digna, puede verse afectada. La “raíz viciada” de los padres transmite al “ramo” de los hijos la propensión a ignorar la virtud sexual y entregarse a placeres desordenados.
3. Debilidad frente a las tentaciones
Así como los padres carecían de dominio sobre sus pasiones, los hijos heredan sensibilidad a deseos desordenados, pensamientos impuros y facilidad para ceder a la lujuria
4. Necesidad de educación y disciplina espiritual
San Pablo enseña que si la raíz es santa, también lo será la rama; pero si la raíz está viciada, todo sale con vicio. Aunque los hijos puedan heredar inclinaciones hacia el pecado, pueden corregirse y purificarse mediante educación, oración y vida cristiana. La moral no es un destino fijo: la gracia y el esfuer
zo personal transforman lo heredado en virtud.
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