En el día de la Anunciación de la gloriosa Virgen María, después de su conversión, madonna Caterina recibió de su Señor el deseo de la Santa Comunión, deseo que nunca le faltó durante toda su vida. Su amor divino dispuso que pudiera recibir la Comunión diariamente, de manera milagrosa, sin que ella tuviera que preocuparse por ello, pues siempre encontraba la forma adecuada, inspirada por sacerdotes guiados por Dios.
Un día, un fraile espiritual le preguntó si estaba satisfecha al comunicarse diariamente, y Caterina le explicó sinceramente sus deseos y afectos. El fraile, queriendo probar su rectitud, le sugirió suspender la Comunión, pensando que podría haber algún defecto en recibirla tan frecuentemente. Por obediencia, Caterina dejó de comunicarse, sufriendo profundamente. Al poco tiempo, el fraile comprendió que ella valoraba más el temor de faltar que la consolación de la Comunión y le permitió retomar su práctica diaria, tal como había sido guiada por Dios.
En otra ocasión, Caterina cayó gravemente enferma, casi al borde de la muerte, y le dijo a su confesor que, si Dios lo permitía, sería sanada. Inmediatamente, su salud fue restaurada. Antes de recibir la Comunión, sentía gran aflicción en el corazón y decía:
“Mi corazón no se alegra como el de los demás; solo se alegra en mi Señor. Sin Él, no podría vivir”.
Si alguna vez no podía recibir la Comunión por algún motivo, la ausencia le resultaba insoportable, y quienes vivían con ella no percibían su sufrimiento, aunque sentían compasión. Así, se hizo evidente que Dios quería que se comunicara todos los días.
En una ocasión, al recibir la Comunión, Dios le dio tal consolación que quedó fuera de sí. Cuando el sacerdote trató de darle el cáliz, ella no tenía conciencia de su propio ser y fue necesario hacerla volver a sí. Al regresar a su estado normal, le dijo a Dios:
“Señor, no te sigo por delicias, sino por verdadero amor”.
Si por necesidad de su salud física o espiritual no se le daba la Comunión, se privaba con gran humildad y obediencia, aunque le resultaba dolorosísimo. Una noche soñó que, al no poder comunicarse, sus lágrimas caían sin control, y se maravillaba de su propia dureza al llorar. Esto sucedía porque el fuego del amor divino deseaba intensamente recibir ese alimento espiritual, y la privación le resultaba
insoportable.
Comentarios
Publicar un comentario