La armadura invisible



 En un pequeño pueblo junto al río, vivía un joven llamado Mateo, conocido por su buen corazón y su deseo de servir a Dios. Sin embargo, un día llegó al pueblo un hombre extraño, carismático y convincente, que ofrecía riquezas rápidas, placeres sin esfuerzo y la promesa de una vida “sin preocupaciones”. Muchos comenzaron a seguirlo, pero Mateo sentía en su corazón un peso extraño cada vez que lo escuchaba.


Una noche, Mateo soñó que caminaba por un sendero luminoso, pero a un lado se abría un atajo cubierto de flores y oro. Una voz suave le decía: “Por aquí es más fácil”. Cuando estuvo a punto de desviarse, apareció un anciano con una armadura brillante que le dijo:

—Ese camino es trampa. Quien entra, sale encadenado. Ponte la armadura de Dios y sigue firme.


Al despertar, Mateo abrió su Biblia y leyó: “Revestíos con toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11). Entendió que debía proteger su mente con la verdad, su corazón con la justicia, y caminar siempre en paz y fe. Cuando el hombre extraño volvió a tentarlo, Mateo respondió con firmeza:

—Mi alma no está en venta, porque ya tiene dueño: Jesucristo.


Con el tiempo, la mentira del hombre quedó al descubierto, y muchos recordaron la valentía de Mateo para decir “no” cuando la tentación parecía dulce.


El diablo nunca se presenta con cuernos y tridente; suele disfrazar el pecado con belleza, comodidad o aparente libertad. Por eso, debemos vivir en oración, conocer la Palabra de Dios y estar atentos para no ceder a sus engaños. La verdadera victoria no es conseguir todo lo que queremos, sino permanecer firmes en lo que Dios quiere para nosotros.



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