Viendo el común enemigo del linaje humano, y especialmente de aquellos que desean servir a Dios y salvar sus almas, la vida santa que Antonio había emprendido y los maravillosos progresos que hacía en la virtud, le tuvo envidia. No para imitarle, sino para apartarle de su propósito. Por eso se propuso tentarle de muchas maneras y con diversas tentaciones.
Primeramente, le puso delante la nobleza de su linaje, para hacerlo salir de su ermita; así como los grandes honores que hubiera conseguido, y en los que se hubiera visto si se hubiese quedado en el mundo. Por otra parte, le recordaba que había dejado a su hermana sola y huérfana, sin que nadie cuidara de ella, peligrando así su reputación y honestidad.
Después de esto, le traía a la memoria los muchos bienes y riquezas que había dejado, y que aún podía adquirir, así como los manjares delicados y abundantes con los que en el mundo podría regalarse. Y, en general, le presentaba toda suerte de delicias y comodidades con que podría pasar la vida.
También le recordaba su edad juvenil y florida, lamentándose de que quisiera malograrla con las asperezas de los desiertos y soledades, sin esperanzas de alcanzar en muchos años la virtud y perfección de vida que pretendía. Le persuadía, pues, a esperar hasta la vejez para hacer penitencia y entregarse al recogimiento, diciéndole que no era prudente dejar tan pronto una flor tan hermosa.
Todas estas cosas le traía a la memoria para apartarle de su buen propósito; pero el Santo las vencía siempre con las armas de su humildad y con santos ejercicios.
Le tentaba también fuertemente contra la castidad, sugiriéndole que, siendo joven, podía casarse, y que en el estado matrimonial podía salvarse lo mismo que en el de ermitaño o religioso. Pero Antonio le resistía varonilmente con ayunos y abstinencias.
Algunas veces el demonio se le presentaba bajo la forma de una hermosa mujer; y para resistirle, Antonio se ponía a considerar que aquella carne, por bella que pareciera, estaba destinada a la corrupción y hediondez.
Otras veces le persuadía a entregarse a una vida alegre, mundana y desenvuelta; pero Antonio tenía siempre delante los ojos los gozos del Paraíso que perdería si cedía a las tentaciones de su enemigo. Y de esta manera, resistía con firmeza todas las asechanzas diabólicas.
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