¡Insensato, ahora pides tiempo!” — La muerte aterradora de Crisantio

 San Gregorio Magno (papa y doctor de la Iglesia, siglo VI) escribió una obra llamada Diálogos, en la cual recogió muchos hechos milagrosos, visiones y testimonios espirituales de su tiempo, especialmente en Italia. En uno de estos relatos (Libro IV), narra lo que ocurrió con Crisantio, un hombre poderoso, rico y corrompido moralmente.

Crisantio había vivido sin temor de Dios, entregado a placeres, vicios y pecados. Aunque su hijo, Máximo, era un monje fervoroso y temeroso de Dios, Crisantio no seguía su ejemplo. Al llegar la hora de su muerte, Crisantio comenzó a ver espíritus malignos (probablemente demonios) que se le presentaban para llevárselo.

En medio de un terror espantoso, gritaba: “¡Dadme tiempo, dadme tiempo hasta mañana!”

Pero los demonios le respondían:

“¡Insensato! ¿Ahora pides tiempo? ¿No lo tuviste durante toda tu vida y lo malgastaste en pecar?”

El moribundo, desesperado, llamaba a su hijo:

“¡Ayúdame, hijo mío! ¡Máximo, sálvame!”

Pero ni el hijo podía hacer nada, porque la hora del juicio había llegado. Crisantio se retorcía en el lecho, con el rostro encendido como en llamas, símbolo del fuego espiritual que ya lo envolvía. Gritaba, se agitaba, imploraba, pero todo era inútil. Finalmente, murió en medio de furia, miedo y desesperación.

🎯 ¿Qué nos enseña este episodio?

1. Que el pecado despreciado en vida se convierte en tormento en la muerte, cuando ya no hay tiempo para el arrepentimiento.

2. Que las apariciones de demonios en la hora final no son ficción, sino realidades espirituales que muchos santos han confirmado.

3. Que Dios da tiempo y oportunidades, pero si se rechazan sistemáticamente, el alma queda expuesta al juicio sin defensa.

4. Que ni siquiera los familiares santos pueden impedir el justo castigo si el pecador ha rechazado la gracia toda su vida.

Este relato no busca causar miedo vacío, sino llamar al arrepentimiento ahora que hay tiempo. No basta con conocer la verdad o tener familia piadosa: cada alma debe decidir por sí misma vivir para Dios y renunciar al pecado. El momento de prepararse es hoy, no en la hora de la muerte.


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