La noche había caído con un peso opresivo sobre el monasterio.
Santo Domingo, con el rosario en mano, caminaba por los pasillos helados del claustro. El silencio era tan absoluto que podía oír los latidos de su propio corazón y, de pronto, algo más: pasos que no eran suyos.
No caminaba: flotaba apenas sobre el suelo. Sin inmutarse, el santo le habló:
¿Qué haces tú aquí?
El demonio ladeó la cabeza, . Su voz era un susurro que parecía venir desde dentro de las paredes:
Vengo a visitar y a tentar a los flojos y a los negligentes.
¿Y cómo los tientas? —preguntó el santo, con voz firme pero el alma en guardia.
El demonio se acercó.
Me deslizo entre ellos como el veneno en la copa. A unos los empujo a la gula hasta que sus almas se ahogan . A otros los convenzo de no comer nada mientras los lleno de orgullo. Juego con sus extremos. Me nutro de su desequilibrio.
Avanzaron por el monasterio, uno al lado del otro. En el lugar de recreación, donde algunos frailes reían con fraterna inocencia, el demonio soltó una carcajada desmedida. No era humana. Era hueca, gutural, como si surgiera de un pozo sin fondo.
Aquí aquí hago yo mis maravillas ,dijo, y su voz hizo temblar los muros—. Aquí siembro chismes como semillas de peste, aquí la lengua se vuelve cuchilla. Aquí los distraigo con la risa ,mientras les robo el alma.
Pero el recorrido no terminó allí. Llegaron, finalmente, al lugar más silencioso del monasterio: el confesionario., allí el demonio retrocedió.
Su rostro se desfiguró en una mueca de ira. . Gruñó:
Aquí… pierdo todo lo que en otras partes gano. ¡Aquí mis cadenas se rompen! ¡Aquí mi obra se deshace con una sola palabra: perdón!
Santo Domingo alzó su crucifijo. El demonio chilló, un chillido que no era de este mundo, y su forma se deshizo en una nube negra que fue absorbida por la tierra como sangre sobre tela.
El silencio volvió. Pero no era el mismo.
Desde entonces, cuando la noche cae sobre el monasterio y el viento calla… algunos dicen oír pasos. Y una risa… lejana. Buscando otro fraile. Otro descuido. Otra grieta en el alma.
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