Señor Dios de gloria y majestad,
te alabamos por el glorioso fin al que llamaste a tus santos ángeles.
Hoy elevamos nuestra voz en reverencia por la perfección de tus obras en el cielo.
Te damos gracias por los Serafines,
espíritus devotos y ardientes en amor.
Tú les diste la gracia de pelear por ti y ganar su corona.
Al hallarte lleno de infinitos títulos y bienes que amar,
se vistieron del más fino carmesí de tu fuego divino.
Haznos, Señor, encendidos como ellos en ese mismo amor puro y perfecto.
Bendecimos a los Querubines,
los iluminados y maestros de tu sabiduría.
Movidos por el deseo de conocerte,
exploraron las riquezas de tu inteligencia divina.
Revestidos de blanco resplandeciente, como sagrados doctores de tu teología,
ellos aprenden sin orgullo y enseñan sin envidia.
Concédenos, Señor, hambre de tu verdad, y un corazón humilde para compartirla.
Te adoramos por los Tronos,
amigos de la justicia y la equidad celestial.
Al contemplar el abismo de tus justos juicios,
saciaron en ellos su hambre de santidad.
Tú, Señor, los hiciste tronos sobre los cuales se manifiesta tu justicia:
“Te sentaste en el trono, tú que juzgas con rectitud.”
Danos también a nosotros sed de tu justicia y paz interior para recibirla.
Y finalmente, Señor, te glorificamos por las Dominaciones,
espíritus nobles que no se inclinan ante nada vil ni bajo,
porque sólo tú, Altísimo, eres digno de su mirada y de su corazón.
Haz que también nosotros elevemos nuestros deseos,
y pongamos nuestros ojos donde está nuestro verdadero tesoro: en ti.
Amén.
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