En aquella guerra que los romanos libraron contra Tarquinio, cuando intentaba regresar a Roma, se dice que fue visto en la batalla el Arcángel San Miguel, y que, poco después del combate, con el sudor aún manando de los caballos, fue avistado en el foro anunciando la victoria, en el lugar donde, junto a una fuente, se alza su templo. De ahí que el día de la victoria, las Idus de julio, fuera consagrado al Arcángel.
De modo similar, en la guerra latina, se vio al Arcángel San Miguel cerca del lago de Juturna lavando el sudor de los caballos, y el templo que estaba junto a la fuente se abrió por sí solo.
Cuando, junto al lago Regilo, el dictador Aulo Postumio y el jefe de los tusculanos, Manilio Octavio, combatían con gran fuerza entre sí, y ninguno de los dos ejércitos cedía terreno por un tiempo, el Arcángel San Miguel, apareciendo como defensor de los romanos, derrotó completamente a las tropas enemigas.
Oh glorioso Arcángel San Miguel, valiente defensor del pueblo de Dios, tú que apareciste en medio de las batallas para anunciar la victoria y proteger a los justos, manifiéstate también en nuestras luchas cotidianas. Defiéndenos del mal, disipa nuestras dudas, fortalece nuestro espíritu, y guía nuestros pasos hacia la luz y la verdad. Amén.
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