serán arrojados por los demonios,

 

El sentido del tacto, que se extiende por todo el cuerpo, tendrá en el Infierno su tormento universal: los baños y estanques de azufre ardiendo, donde serán arrojados por los demonios, como lo dice San Juan Evangelista, y llorarán con amargo llanto, sin poderse remediar:  (Mateo. 8,12).

El Santo Arzobispo de Valencia, Santo Tomás de Villanueva, reparó con su celo apostólico que, siempre que el Apóstol habla de este detestable vicio, enseguida lo amenaza con la ira de Dios. En el capítulo 4 de la primera a los Tesalonicenses, versículo 3, les amonesta a que se abstengan de la fornicación, porque Dios es vengador de este pecado.

 En la epístola a los Colosenses, les manda que mortifiquen sus miembros para que no caigan en la inmundicia de la fornicación y la lujuria, pues por estas cosas vino la ira de Dios sobre el mundo (Col. 3,5). Y lo mismo repite el Apóstol en muchas partes de sus cartas, de donde infiere el Santo —para desengaño de los que tienen este error, es decir, que nadie os engañe con palabras vanas, diciendo que estos pecados son leves o fáciles de perdonar; pues por ellos viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia, es decir, de la perdición (Santo Tomás de Villanueva, sermón 4, Domingo I de Cuaresma).

¡Consideren los infelices pecadores deshonestos si acaso disimula Dios los pecados de la lujuria, y si los castiga menos que los de otros vicios! 

El Príncipe de los Apóstoles, San Pedro, enseña claramente lo contrario, diciendo que a todos los pecadores los reserva Dios para castigarlos el día del Juicio; pero principalmente a los torpes y lujuriosos: Magis autem eos, qui post carnem in concupiscentia immunditiae ambulant (2 Pe. 2,10).

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