Dúltano cuenta que, mientras Surio realizaba ciertas obras de hierro en una fragua, el demonio entró en forma de mujer. Esta mujer llevaba mucho tiempo intentando tentarlo, buscando cualquier oportunidad para desviar su virtud. En ese momento, le dijo palabras para seducirlo y hacerlo caer. Al darse cuenta de quién era realmente, el santo oró al Señor para que le ayudara. En ese instante, la mujer se transformó en un animal. El santo, con las tenazas ardiendo, le quemó la nariz al demonio, que, ahora en forma de animal, comenzó a gritar de dolor mientras corría por la plaza. El santo lo sujetaba con firmeza, vengándose del mal y burlándose de él.
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