misma bruja y hechicera confesó voluntariamente ser la responsable de todos los males

En el año del Señor 1611, una bruja que llego enferma a un convento ,declaró y confesó que había afligido a la comunidad de Santa Brígida con dos tipos de maleficios: uno de posesión y otro de tentación, instigada por el diablo. Dijo que el diablo tenía poder para tentar a las religiosas sin su consentimiento, pero no podía poseerlas sin que ella lo permitiera. 

Reconoció haber causado posesión a varias hermanas, Añadió que Belcebú había dicho que enviaría lejos a los dos demonios que poseían a María de Lonoya y a María Vandermotte, para que el asunto no se hiciera público. Y así ocurrió poco después. También ordenó a dos demonios más que aún no se habían manifestado en Sor Catalina y en Sor Francisca que guardaran silencio, lo cual también sucedió, ya que no respondieron a las preguntas de los exorcistas hasta ese momento.

Además, dijo que el diablo, hablando por boca de esta bruja Catalina, explicó que el maleficio había sido dado a las chicas poseídas con el propósito de que pensaran que las acciones extraordinarias que hacían venían de sí mismas, cuando en realidad eran los demonios los que actuaban a través de ellas.mientras ella estaba enferma en la cama,por la. Noche salía por la ventana para hablar con estos espíritus inmundos .

  el verdadero propósito del maleficio de posesión era llevarlas, por ese camino, a un abismo de desesperación. 

Este detalle lo ignoraba el demonio que habló, ya que sólo Belcebú y Leviatán conocían ese secreto. Cuando ellos asignan a los demonios menores la tarea de poseer a alguien, también les indican cómo deben actuar, y estos obedecen sin saber más de lo que Belcebú les revela.

Confesó también que el diablo le había entregado el maleficio de posesión para destruir a la comunidad mencionada. 

El maleficio consistía en polvos grises y negros, que ella arrojaba sobre las ropas de las religiosas o escondía en los colchones de sus camas, a veces sin papel, a veces envueltos en papel. Después de dos meses, el maleficio surtía efecto y las hermanas quedaban poseídas.

Reconoció y confesó también que había rociado con esos polvos maléficos a toda la comunidad, para debilitar las fuerzas de las religiosas, e intentó envenenar a la abadesa tres veces para matarla. Igualmente, intentó envenenar la comida del excelentísimo obispo de Tournai para matarlo, junto con todos sus sirvientes. 

Todos enfermaron, incluso el mismo obispo, pero ninguno murió, excepto el señor Juan Bourgefius y la señora Doignés, gobernadora del pueblo de Bapalma.

Confesó también que había intentado, mediante sus maleficios, impedir el presente exorcismo y evitar que el padre exorcista dominico entrara al monasterio. 

Dijo: "No quería que el dominico viniera aquí porque los demonios me habían dicho que él descubriría mis maleficios." Efectivamente, trataron de impedir su llegada a través de su superior, e intentaron convencer al padre Michel François para que se opusiera a que él tomara el caso.

Dijo que ya conocía a ese padre antes de que viniera a Santa Brígida, porque lo había visto en Santa Balma, adonde los demonios habían llevado a varios magos y brujas para escuchar los sermones de un tal Verino. Entre ellos, también ella fue llevada allí por el demonio Astaroth. Fue justamente el día de Navidad, después del sabbat de los brujos. En ese momento, estaban bastante desorganizados y perturbados por lo que ocurría en Santa Balma. Lo que más los afectó fue la renuncia a sus pactos escritos (las famosas "cédulas" o acuerdos con el demonio).

Además, confesó que había afligido a las hermanas Francisca Boloñesa y Catalina Fournier con polvos mágicos para provocarles sed extrema. También había atacado al padre franciscano Pedro Michel, exorcista, con un hechizo para causarle dolor de cabeza que terminó afectando su estómago. Al padre dominico Francisco le lanzó un maleficio para que estuviera cubierto de gusanos o piojos. A la vizcondesa de Aire la maldijo para que no pudiera concebir, y a su madrastra para lo mismo, además de provocarle una enfermedad de la que, dijo, acabaría muriendo, ya que ese había sido su propósito. También a la vizcondesa le provocó debilitamiento general, dolores de estómago, de vientre, de cabeza, y síntomas similares a los de la muerte.

Confesó haber lanzado un hechizo al padre Francisco, dominico, para que no pudiera dormir, y así debilitarlo y volverlo incapaz para continuar con el exorcismo.

Reconoció que había usado su propio cabello para preparar maleficios con los que causaba pérdidas de memoria, perturbaciones mentales y tentaciones. Incluso buscó obtener cabello de la abadesa para fabricar hechizos que la llevaran a la desesperación, impaciencia o extremo sufrimiento.

También confesó haber lanzado un maleficio contra toda la comunidad para que todas las hermanas fueran incapaces de meditar. Durante los momentos de oración, sufrían distracciones constantes y dolores de cabeza. El demonio incluso la reprendió por haber hechizado a la hermana Catalina para que no pudiera dormir, y efectivamente, ella no había dormido en tres meses. Sin embargo, durante la meditación era atacada por un profundo sueño, lo cual Catalina misma confirmó.

Además, confesó haber provocado a sor hermana Francisca de Sains una deformidad con un maleficio, y que esta sólo fue curada gracias a las oraciones de los santos que su hermana invocó, no por su propia voluntad.

Reconoció también que había colocado en varios lugares de la comunidad unos ídolos fabricados en una especie de sinagoga secreta, con el objetivo de incitar a las religiosas a la lujuria. Dijo que el demonio Asmodeo era el autor y distribuidor de ese tipo de maleficios. Según ella, esos ídolos eran hechos de cera, y para ese fin se usaban polvos de macho cabrío quemado y cenizas de huesos humanos —ya fueran de hombres o mujeres— con la siguiente diferencia: los maleficios hechos con cenizas de hombres se dirigían a mujeres, y los hechos con cenizas de mujeres, a hombres.




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