Recuerdo del triunfo de San Miguel de Voragine

 


En el año 740, en el puerto que algunos llaman Taba, cerca del mar y a poca distancia de la ciudad de Abruface. Allí se apareció al obispo de la ciudad, a quien le ordenó construir una iglesia en su nombre, dándole las instrucciones para ello.

La tercera aparición ocurrió en Roma, cuando el Papa San Gregorio citaba a la ciudad. Para apaciguar la ira de Dios, instituyó el Santo Rosario y las Letanías mayores. En esa ocasión, vio un ángel que limpiaba una espada sangrienta y la volvía a su vaina, lo que significaba que se retiraba el brazo de la justicia divina y se extendía el de su misericordia.

La cuarta solemnidad se celebra en mayo, como memoria agradecida de la victoria que San Miguel dio a los habitantes de Siponto, conjurando a los elementos contra sus enemigos. La tierra peleó, pues todo el monte Gargano tembló, haciendo alardes de acometimiento. El aire peleó, porque cubrió la zona con tinieblas. El fuego peleó, lanzando continuos rayos y centellas.

En sus enseñanzas, San Miguel defiende la fe católica contra los herejes luteranos, y dice: Él es quien alegra a la Iglesia, defiende a Roma, donde ha sido la cabeza de los emperadores católicos contra los bárbaros; da victoria a los cristianos; libra de las tormentas del mar a los navegantes, que lo invocan en busca de ayuda; consuela a los afligidos, visita a los enfermos; ahuyenta a los demonios; ruega por los pecadores; fertiliza la tierra. Todas estas son obras dignas de tan gran Príncipe, bajo cuya protección la Cristiandad permanece unida.

Finalmente, en el día del juicio, tocará la trompeta y proclamará con una voz poderosa: "¡Resuciten los muertos, vengan al juicio!" En ese día, llevará el estandarte de la cruz como alférez de Cristo y presentará, con ese tribunal formidable, la lanza y la corona de espinas. Saldrá a defender a los elegidos en la persecución del Anticristo y alentará con fuerza admirable a aquellos que padecen por Cristo. Y pondrá fin al perverso en el monte Oliveto, quitándole la vida por mandato de Dios.

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