los Ángeles fueron creados como seres que caminan por la fe. En el evangelio de Lucas 19 se nos dice que los Ángeles conocieron a Dios, pero no lo vieron de inmediato, ya que la visión directa de Dios es el fin y premio de la bienaventuranza, que se debe ganar mediante los méritos de la gracia. Nadie puede alcanzar la corona sin esfuerzo ni el premio sin mérito. Así, es claro que Dios, nuestro Señor, los creó como viadores, y a ellos les dio talentos con la responsabilidad de multiplicarlos. Jesús les dijo: "Negociad hasta que yo vuelva" (Mateo 25:14), y "Si sois fieles en lo poco, os pondré sobre lo mucho. Y si queréis entrar en la vida, guardad los mandamientos" (Mateo 19:17). También fueron llamados a trabajar en la viña, con la promesa de recibir su recompensa.
Fueron, pues, creados en gracia y dotados con los dones del Espíritu Santo, así como con las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Las obras de Dios son perfectas, y el hombre, al salir de las manos de Dios, fue perfecto y en gracia. Por lo tanto, con razón podemos creer que los Ángeles también fueron creados perfectos y en gracia, como se mencionó en el capítulo anterior.
Aunque los Ángeles fueron creados libres y perfectos, después de su creación, Dios les dio libertad total para elegir su destino. A cada uno se les dijo: "Aquí está el fuego, escuchad los Ángeles y elegid lo que queráis; aquí está el bien y el mal, tomad lo que deseeis" (Eclesiastés 15). Fueron dejados completamente libres para que cada uno pudiera negociar y ganar los méritos de su salvación o condenación.
Como la fe revelaba a los Ángeles las cosas sobrenaturales, entendieron, piadosamente, que Dios había determinado crear un Reino tanto de Ángeles como de hombres, al cual iba a conceder la bienaventuranza a través de su vista y amistad. El Rey de este Reino sería el más humilde de los hombres (como lo dice el profeta Daniel), y que los hombres serían como Ángeles. Algunos de ellos, además, serían superiores en gracia y gloria (Mateo 22).
Por lo tanto, los Ángeles, como hermanos mayores, ayudarán a los hombres y les asistirán en los asuntos de su salvación. Y cuando Dios envíe al Rey de este Reino a la tierra y nazca en el mundo, Dios manda que todos le adoren y se ofrezcan a su servicio, para el ministerio de su santa Iglesia. Estas bodas, que Dios Padre desea para su Hijo, son también el mandato de amar a Dios y a nuestros prójimos, quienes son compañeros en la gloria.
Así lo afirma el santo Job, diciendo: "¿Quién ha puesto la piedra angular cuando alababan las estrellas de la mañana, y con júbilo celebraban los hijos de Dios?" (Job 38:7). Esto nos da a entender que los Ángeles, al principio, conocieron a Cristo, quien es la piedra angular que creó a los Ángeles y a los hombres como compañeros en el Reino de Dios.
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