Queridos hermanos, no podemos dejarnos llevar por la corriente del mundo. El cristiano, aunque es una persona común, tiene la responsabilidad de mantenerse vigilante y alerta. Somos llamados a estar siempre atentos a los acontecimientos que nos rodean, sin permitir que el demonio nos robe la paz ni la salvación. La salvación de Cristo, que costó su sangre en la cruz, es un bien que debemos proteger.
El apóstol nos recuerda que el enemigo anda como "león rugiente", buscando devorar a aquellos que se alejan de la fe. El rugir de este león es una señal de guerra, de ataque. Y cuando nos sumergimos en la palabra de Dios, el enemigo se enoja y nos ataca, pues no le gusta vernos crecer en fe. Si te estás acercando más a Dios, prepárate para los ataques, porque el demonio busca a aquellos que están cómodos, que se mantienen en su zona de confort, sin moverse ni comprometidos en la fe. El demonio prefiere a aquellos que no se esfuerzan por vivir la palabra de Dios y que no practican su fe.
Por eso, el apóstol nos invita a "resistir firme en la fe". Residir firme en la fe no significa solo decir "soy católico" de boca, sino respaldar nuestras palabras con acciones: confesándonos, comulgando, leyendo la palabra de Dios y poniéndola en práctica. No podemos tener la Biblia como un amuleto, sino como una guía viva para nuestra vida diaria.
La fe y la lucha contra las tácticas del enemigo
El enemigo utiliza tácticas de engaño y mentira para apartarnos de la gracia de Dios. Su objetivo es sacarnos de la iglesia, alejarnos de los sacramentos, y dividirnos como comunidad. La unidad en la iglesia es fundamental para Cristo, y el enemigo ataca esa unidad, provocando divisiones, chismes, malentendidos. A veces, el ataque viene a través de personas que nos maltratan o nos hacen sentir que no somos importantes. Pero en esos momentos, debemos mantenernos firmes en la fe, recordando que nuestra fe no depende de personas, sino de Cristo. Si nuestra fe está puesta en personas, podemos caer cuando esas personas fallan. Pero si nuestra fe está puesta en Cristo, Él es invencible y ha vencido a la muerte y a la oscuridad.
Los ataques de Satanás son contra Dios y contra todo lo que huele a Cristo. Todo lo que tenga relación con Cristo será perseguido. La persecución no es nueva; desde el nacimiento de Jesús, la persecución comenzó. Herodes intentó matar al Niño Jesús porque se sintió amenazado por la llegada del Rey de Israel. María, la Madre de Jesús, también fue perseguida no por ser María, sino por llevar al Salvador en su vientre. Lo mismo ocurre con nosotros. Si declaramos que somos católicos, podemos ser perseguidos, incluso en lugares donde nuestra fe puede poner nuestra vida en peligro.
Conclusión: Mantengámonos firmes en la fe
Hermanos, debemos mantenernos firmes en la fe y no dejar que nada nos aparte de Cristo. Los ataques vienen, pero si nuestra fe está en Cristo, Él nos da la victoria. No importa el sufrimiento o las persecuciones, debemos resistir y permanecer en la fe, porque es en Cristo donde encontramos nuestra fuerza y nuetra salvación.
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