La Disciplina del Alma y la Libertad en Cristo

 


"Todo me es lícito, pero no todo me conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica." – 1 Corintios 10:23. La liturgia sueca nos advierte que, cuando se debilitan las prácticas de confesión, ayuno y observancia de la fe, el hombre, en lugar de volverse más piadoso, cae en un libertinaje que destruye su alma.

1. La Confesión y el Arrepentimiento: Un Camino Hacia Dios

La confesión de los pecados, antes de ser una imposición de la iglesia, es un medio de gracia. No es un mero ritual, sino un acto de sinceridad ante Dios y su pueblo. Santiago nos dice:

"Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados" (Santiago 5:16).

Pero cuando el hombre rechaza la confesión, no lo hace solo por comodidad, sino porque su corazón se endurece. Quiere justificarse a sí mismo en lugar de buscar el perdón divino. ¿Y qué sucede entonces? El pecado, como un veneno oculto, va corrompiendo el alma hasta que ya no siente culpa ni busca restauración.

2. El Ayuno y la Disciplina del Cuerpo

El ayuno es una de las disciplinas más antiguas de la fe. No es una carga, sino una herramienta de autodominio. Sin embargo, cuando se deja de practicar, el hombre cede ante los impulsos del cuerpo.

El apóstol Pablo nos recuerda:

"Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Corintios 9:27).

Pero cuando el hombre abandona el ayuno, ¿qué ocurre? En lugar de dominar su carne, se convierte en su esclavo. Su vientre se convierte en su dios, su deseo en su ley, y pronto olvida que el Señor nos llama a la sobriedad y templanza.

3. La Falta de Reglas y el Caos Espiritual

El testimonio de los luteranos de Núremberg es claro: cuando desaparecen las normas de fe, el pecado no tarda en multiplicarse. Se quitó la confesión y aumentaron los crímenes. Se relajaron las reglas, y el pueblo, en lugar de acercarse más a Dios, se apartó aún más de Él.

Esto nos recuerda la advertencia del Señor:

"Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella" (Mateo 7:13).

Cuando los caballos arrastran al cochero, cuando las riendas no bastan para frenar el carro, el desastre es inminente.

4. La Verdadera Libertad en Cristo

Hermanos, no estamos llamados a una fe sin reglas ni a una religión sin disciplina. Cristo nos ha hecho libres, pero no libertinos.

La libertad cristiana no consiste en hacer lo que queremos, sino en tener el poder para hacer lo que es correcto. San Pablo nos dice:

"Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros" (Gálatas 5:13).

Si queremos vivir como verdaderos cristianos, necesitamos una fe disciplinada:

✅ Una fe que confiese sus pecados y busque la reconciliación con Dios.

✅ Una fe que practique el ayuno y someta su carne a la voluntad del Espíritu.

✅ Una fe que obedezca los mandamientos y no convierta la gracia en un pretexto para pecar.

Conclusión

No dejemos que la falsa idea de una "libertad sin límites" nos lleve a la perdición. Recordemos que, cuando Dios nos da reglas, no es para oprimirnos, sino para preservarnos. La confesión, el ayuno y la obediencia son caminos de vida, no cargas pesadas.

Sigamos, pues, el ejemplo de Cristo, quien nos mostró que la verdadera libertad está en la obediencia al Padre. Porque en Su voluntad, y no en nuestros deseos, encontramos la paz y la salvación.

Amén.


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