Lo primero que se nos propone son las inspiraciones divinas, que son los desengaños del mundo. Cuando el alma contempla que todos los gustos son momentáneos y que los del cielo son verdaderos y eternos, comprende que a los deleites le siguen tormentos en la otra vida.
Con estas y otras semejantes inspiraciones que Dios comunica, el alma, dentro de sí, considera su infeliz estado y sus muchas culpas, quedando admirada de su ceguedad al ponderar los peligros en los que ha estado sin reparar. Con esto, comienza a aborrecer sus pecados, se aflige, se llena de tristeza y amargura, tanto en lo interior como en lo exterior, prorumpiendo en lágrimas. Entonces hace firmísimos propósitos de enmienda:
1. Propone dejar los gustos y deleites.
2. Apartarse de las ocasiones de pecado.
3. Vencer las dificultades que surjan en su nueva vida.
4. No hacer caso de las murmuraciones y críticas de los demás.
El alma no quiere ya sino llorar y hacer penitencia para satisfacer a Dios, como se manifestó en la penitencia de la Magdalena.
Ahora pregunto: ¿se hallan estas señales interiores y exteriores en tu penitencia? Si dices que solo has experimentado las interiores —el odio al pecado, el aborrecimiento, la tristeza y la amargura—, pero no las exteriores, en este caso puedes confiar en que has hecho verdadera penitencia. Pero si no has sentido ninguna de ellas, ¿cómo no temes por tu salvación, sabiendo que has pecado y no tienes señales ciertas de que Dios te ha perdonado? ¿Cómo te preparas, entonces, para hacer una verdadera confesión de toda tu vida?
Capítulo XXV: Respuesta a una objeción sobre la contrición y el dolor del pecado
Algunos dicen que muchas de las señales mencionadas, así como el dolor sensible, no son esenciales para la contrición y que, por tanto, puede haber contrición sin ellas.
Respondo que hay un dolor espiritual en el que consiste la esencia misma de la contrición. Este dolor se llama así por el tormento que el alma siente al reconocer que ha ofendido a Dios y por la firme resolución de apartarse del pecado.
El segundo dolor es el sensible, que es efecto del primero, pues de la amargura interior nace la pena y el dolor visible, que prorrumpe en lágrimas, aunque no de igual manera en todos los penitentes.
Comentarios
Publicar un comentario