Tenemos muchos recuerdos falsos, y tenemos que ir cuidándonos para que no nos manipulen la mente y terminemos haciendo un mal que, de repente, tendremos que pagar; no sabemos cuándo. Entonces, no podríamos darnos ni una idea de cuántas vidas han sido destruidas por una mentira. No podemos estar así, porque las personas están tan seguras de que es verdad lo que dicen y lo que piensan, que ya no buscan la verdad. Ese es otro de los peligros y de los errores.
Entonces, ya la persona dice: “Es que él agarró el dinero”, y viene otro hermano: “¡Ay, mamá, pero qué… cállense, ya no quiero que me digan nada, ya, ya, ya!”. Así, como yo digo “así fue y así se queda” (y no es cierto), ya no busca la persona la verdad; ya no busca la verdad, ya lo único que quiere es casarse con la idea que tiene y ya no acepta la verdad. ¡Qué peligroso! ¡Qué peligroso! Porque esos pensamientos van a afectar nuestros sentimientos; nuestros pensamientos provocan emociones, y las emociones negativas se reflejan en el cuerpo. Todas las irritaciones, todas las inflamaciones, vienen de ahí, de las emociones que nosotros tenemos y que no sabemos encauzar; a veces ni siquiera somos conscientes de que traemos esa emoción, ni siquiera queremos reconocerla y, a veces, no la podemos ver, no podemos distinguirla. No la alcanzamos, a ver, no la alcanzamos.
Y entonces, aunque nos digan las cosas, ya estamos solamente pensando en lo que tenemos en la mente; ya no escuchamos lo que los demás dicen, no podemos escucharlo. Por eso, tenemos que cuidar nuestros pensamientos, porque generan emociones y “atacan” ciertas partes del cuerpo. Las emociones afectan específicamente ciertas áreas de nuestro cuerpo; eso es muy curioso, pero ya se ha demostrado mucho que así es: la ira ataca el hígado. Por eso no todos mueren de cirrosis hepática por haber tomado; esa es una de las causas principales, pero no todos mueren. Hay gente a la que le da cirrosis hepática y nunca tomó, nunca se tomó ni rompope, y sin embargo se mueren. Pero hay otras razones por las que puede generarse esto; no son las únicas: la ira ataca el hígado; la tristeza, el desamor y la ansiedad, el corazón. Eso ataca, ataca el corazón; las preocupaciones atacan los pulmones. Estas emociones, ¿por qué, no se sabe? Pero es lo común, es lo común: se ha visto que está entrelazado. Las preocupaciones atacan al pulmón, atacan al vaso; el miedo y la culpa, a los riñones. Pues hay gente enferma que, hasta que no se perdonen, no van a poder sanar, hasta que no suelten sus ideas preconcebidas y manipuladas; no van a poder sanar, no van a poder sanar de todo eso.
Entonces, hay que tener cuidado: estos espíritus saben lo que provocan las emociones en nosotros y tratan de exagerar todas las cosas, exagerar la realidad, y aunque lo que nosotros perdamos sea muy poco… ¡uf!, hacemos un escándalo impresionante por lo que perdemos. Por lo que perdemos, una persona se llevó el llavero, pero es lo que yo más quería en el mundo; eso, yo lo necesitaba, me dormía con mi llavero; lo necesito para vivir, mi llavero. Y si yo, y si yo me la creo, voy a reaccionar de acuerdo a eso: “Él me robó mi vida”. Imagínense hasta dónde puede llegar uno, imagínense hasta dónde puede llegar uno por las telenovelas que ellos pueden poner a través de las representaciones mentales. Si no nos cuidamos, vamos a ser manipulados y vamos a cometer muchísimas faltas de caridad, muchísimas faltas de caridad. La verdad nos hace sentir, por eso Jesús dijo: “La verdad los hará libres”. La verdad nos hace sentirnos bien, si conocemos, si estudiamos, si preguntamos, si vamos a buscar la garantía de las cosas; y ya, una vez que yo conozca: “sí, lo hizo” o “sí lo hizo con esa intención” o “no lo hizo con esa intención, pero sí lo hizo”, o “ni lo hizo ni tuvo nunca la intención”. Conozco la verdad y ya puedo tomar una decisión sobre ella, ya puedo tomar una decisión sobre la verdad. La verdad siempre nos va a hacer sentir bien, siempre nos va a hacer sentir bien; y la mentira siempre va a ser una maraña, una telaraña. Y cuando salga la luz, la verdad…
Hay que tratar de solucionar las cosas inmediatamente, antes de que Satanás tome control de ellas. Nada que perjudique el amor; debemos aceptarlo, nada que perjudique el amor, tenemos que aceptarlo. Si te roban el amor, te robaron todo; aunque tengas la razón, no importa si tienes razón o no, lo que importa es que nos salvemos, lo que importa es que no se pierda el amor, no que tengas tú la razón. Eso no es lo más importante. No podemos permitir resentimientos ni distanciamientos. No podemos dejar de amar, porque entonces nos estamos alejando de nuestra salvación. Es necesario no actuar solo por la impresión que tenemos, sin haber dado tiempo para orar, sin haber perdonado a esa persona (si es que lo hizo), perdonarle para poder acercarnos a ella sin detonar una guerra voluntariamente, sin detonar la guerra. A veces va a ser imposible, pero, en la medida de lo posible, tenemos que evitar que se detone una guerra. Se tiene que hacer lo que se tiene que hacer, sí, Dios no nos está pidiendo que quedemos paralizados y que dejemos que el mal corra en nuestra vida. No, no, no. Pon los límites que sea necesario poner, de preferencia, antes de que se detone, antes de que vaya a provocar esa guerra.
Entonces, no importa si la persona hizo o no hizo, si dijo o no dijo, sí o no; no hay que lanzarnos a discusiones inútiles, aferrándonos a que la otra persona reconozca lo que se dijo o no se dijo. Hay tantas guerras inútiles por cosas irrelevantes. ¿Verdad? Es que compraron boletos para ir a un concierto, y la persona le dijo a su esposa: “los compra, los boletos están ahí”, y le dice a su esposo que los boletos… ella piensa que se lo dijo, pero no le alcanzó a decir; pero ella se acuerda que se lo dijo. Entonces, como a él nunca se lo dijo, pues no llega y se desata una guerra. “Yo te dije” y “tú no me dijiste nada”. Yo te dije: “yo sé que te dije; yo me acuerdo: estábamos parados aquí, y yo te lo dije en tu cara, y tú dijiste que estaba bien”. ¿No es cierto? Vean lo peligroso que es esto. ¡Qué peligroso es esto! Pues uno tiene que ver, preguntar, detenerse, porque a lo mejor nosotros somos los que estamos mal y no esa persona a la que nosotros estamos atacando. Tenemos que tener cuidado y no querer que la persona acepte lo que no se acuerda, porque a lo mejor nosotros somos los que estamos mal. A lo mejor fue una manipulación en nosotros y creemos que pasaron las cosas así y no pasaron así, porque creemos. Son cosas que pueden suceder, que pueden suceder. “Yo te entregué esto, pero no, no: yo te lo di en la mano y luego sale a flote: ¿dónde quedó? ¿Qué pasó? ¿Qué sucedió? ¿Cuántas cosas de estas?” Y luego se tienen que pagar, porque si son faltas de caridad, si son acusaciones falsas, falsos testimonios, son faltas de caridad y se van a tener que pagar. Tenemos que pedirle perdón a la persona, y tenemos que pedirle perdón a Dios, y tenemos que reparar el daño que hicimos. Imagínense si nos pasamos la vida así, de que cualquier cosa que nos moleste, no tenemos que esperar a llegar al coraje; basta con que nos moleste, debemos analizarlo todo primero. ¿Qué importancia tiene esto? ¿Qué importancia tiene si se dijo o no se dijo, si se hizo o no se dijo? ¿Qué importancia tiene para evitar pleitos innecesarios, para evitar pleitos por cosas que no tienen ningún valor, por cosas que no tienen ningún sentido? Por evitar todo esto, el amor y la verdad nos sanan, nos sanan y nos fortalecen; el odio nos enferma y nos debilita. El amor nos une y el odio nos separa. Entonces, con el amor hacemos crecer el reino de Dios; con el odio hacemos crecer el reino del enemigo de Dios. Por eso se le tiene que pedir a Dios que el amor nos haga querer vivir; el resentimiento nos hace querer morir. ¿Qué estamos provocando nosotros en los que nos rodean? ¿Qué estamos provocando? Eso es algo en lo que tenemos que ponernos a pensar.
Por eso es importante combinar la liberación: cuando alguien hace un proceso de liberación, hay que combinarlo con la sanación interior, porque si no sanamos interiormente, somos más manipulables; vamos a reaccionar ante el más mínimo sentimiento que provoque un pensamiento equivocado, y podemos llegar a perder el control más fácilmente. Necesitamos la sanación interior; necesitamos trabajar el perdón, sí, el perdón a los demás, el perdón a nosotros mismos, la aceptación del amor, la aceptación del amor, y cuidar que lo que estamos provocando hacia afuera y hacia adentro no sea que yo me trague todo, sino que crezcamos en el amor, que los demás, los que nos rodean, puedan crecer en el amor y yo también pueda crecer en el amor. A veces, si la persona reconociera que se equivocó, no habría ganancia; de todos modos, no hay ganancia. A veces, si la persona que dejó la toalla tirada en el baño, no hay ganancia en que alguien diga “yo fui”. ¿Qué se ganó? ¿Para qué haces una guerra por lo que no tiene ningún sentido? Agarra eso y tíralo. Puedes ir hablando y diciendo: “Cuando alguien…”, pero si alguien dice “¿por qué…?”, a veces es simplemente la búsqueda de nosotros mismos, la búsqueda, y no solamente la búsqueda del amor propio, sino que también esto nos lleva a humillar a la persona que lo reconozca, delante de los demás; delante de los demás ya estás humillando a la persona y aumentando tu deuda ante la justicia divina. Y peor, si nos llenamos de resentimiento, de coraje, si se hace un pleito, se hace una serie de acusaciones y cosas, se generan distanciamientos, divisiones familiares, y dentro de los grupos parroquiales, de forma necia. Tenemos que tener cuidado de tanto... Aunque yo crea que estoy en la verdad, es mejor perder en este mundo que perder en el cielo; es mejor que yo quede como tonto a los ojos del mundo que entrar como “inteligente” en el infierno. Es mejor quedar que ser.
Hay que tener cuidado con nuestros pensamientos; tenemos que tener mucho cuidado con ellos. Tal vez no sucedió como pensamos; tal vez la otra persona ni siquiera escuchó lo que nosotros pensamos que escuchó, o tal vez escuchó algo equivocado. No fue lo que yo dije, pero así fue como se interpretó, etcétera; pueden pasar muchas cosas.
Ay, que este es una lucha a muerte, porque lo que el enemigo quiere es la muerte eterna para nosotros, que nos neguemos al amor y nos arranquemos y arrastremos a la muerte eterna. Por eso hay sacerdotes en el infierno, porque descuidaron todo esto, descuidaron el amor, descuidaron el amor. Y si nosotros vamos a los sacramentos, y si nosotros estudiamos, y si nosotros nos preparamos, es para crecer en el amor. Si no se crece en el amor, no tiene sentido lo que estamos haciendo, no tiene sentido levantar aquí y hacer de esta parroquia, que pareciera una de las catedrales más hermosas del mundo, ¿a quién salva eso? ¿A quién salva? Entonces, tenemos que ubicarnos en la realidad, y la lucha va entonces contra nosotros mismos, porque no vamos... Tenemos que tener cuidado, porque no vamos a poder medir lo que nuestras palabras ocasionen en esa persona, aunque sea la verdad. Aunque sea la verdad, vas a decirle su verdad; busca las palabras mejores, las que menos puedan tener doble interpretación, las que se puedan colar de una sola forma, para que todos entiendan lo mismo. Vas a decir algo; busca para que no detone una guerra. Vas a regañar o vas a hacerle ver a alguien sus errores. Busca las palabras que agraden al cielo, no las que agraden al infierno, las que agraden al cielo, porque nosotros no hemos venido aquí a declararle la guerra a nadie, sino a ser testigos de la verdad sin arar, sin detonar guerras en la medida de lo posible. Cuando ya no sea posible evitarlo, Dios lo sabe; y cuando sí hubiéramos podido evitarlo, también lo sabe, y se juzgará desde lo que Él sabe, no desde lo que nosotros pensamos y sentimos. Eso no se va a tomar mucho en cuenta para los espíritus del mal, por eso van a trabajar mucho estos pensamientos para detonar peleas inútiles sobre cosas inútiles, sobre cosas que, aunque insignificantes, llegan a formar distanciamientos entre las personas; distanciamientos en los grupos, se van formando grupos, subgrupos: los que están en contra de Fulanito y los que están en contra de su tanita, y se van haciendo alianzas y se van formando para la guerra. Ya no está Dios ahí; si no está Dios ahí, ¿para qué perder el tiempo? ¿Qué perder el tiempo? No se trata de que ganes en el mundo, no se trata de que demuestres que tú estás bien, que piensas bien y que hiciste las cosas bien. Lo importante es que se salven todos. Eso es lo importante. Y entonces, si alguien me acusa a mí de algo que yo no hice, puedo decir: “No me acuerdo, te puedo decir la verdad; déjame pensar, déjame buscar, a lo mejor se me olvidó algo. Déjame, déjame buscar, dame tiempo para pensar en esto.” Y ya, ya, ya. No eres agresivo; tampoco dijiste “sí, tengo la culpa” cuando no la tenías, y estás diciendo “voy a pensarlo, voy a buscar, voy a buscar”. Si la otra persona quiere pelea y quiere hablar, déjala que hable, no le contestes; déjala que hable, escúchala. Fíjense qué curioso: las personas se calman mucho, aunque estén enojadas; se calman mucho si les miras a los ojos y mueves la cabeza, porque eso significa “me estás escuchando y me estás entendiendo”, y se relaja quien está hablando. Pero si tú empiezas con gestos de “este… este no quiere entender”, pues te lo digo dos veces: ya que no quieres entender, ah, pues te lo voy a decir de otra manera. ¿Y para qué haces la guerra? ¿Para qué haces la guerra? Tenemos que ser mansos de corazón. Eso, el que enseñó nos lo pidió: ser mansos y humildes. Pero nos van a ver como mensos, mis hijos. ¿Qué importa que nos vean como mensos si entramos al cielo? ¿Qué pierdo yo si en el mundo me ven como mensos, pero entro al cielo? ¿Qué pierdo? Nada, nada, absolutamente nada. Pero tengo que cuidar a los míos, no lo que los demás piensan. Cada quien es responsable de lo que permite en su mente; cada quien es responsable. Yo soy responsable de lo mío, y los demás son responsables de lo suyo. Entonces, tenemos que cuidar. No podemos decir “estamos nosotros locos, porque vimos, porque sabemos, nos consta”, como dice el refrán popular: “si digo que la burra esparda es porque traigo los pelos en la mano”. Aun así, nos podemos equivocar, aun cuando verdaderamente lo hubiéramos visto; no significa que comprendamos lo que sucedió ni que hayamos visto las verdaderas intenciones de quienes hicieron lo que se hizo.
Tenemos que evitar estar dispuestos a desatar guerras por todos lados; tenemos que evitar, no provocar, no buscar guerras. Nosotros tenemos que ser sembradores de paz, testigos, una luz en medio de las tinieblas, y para soportar todo lo que se tenga que soportar hay que estar en paz. Y para eso, cuida tus pensamientos. No dejes que vayan creciendo, no les des vueltas, porque cuando a la persona le da vueltas una emoción, se generan más pensamientos y se empieza a encender más la sangre. Tenemos que evitar desatar guerras por tonterías; ya tenemos, de plano, que poner como meta en nuestra vida evitar desatar guerras, y menos por tonterías, ni siquiera por cosas que sean la verdad. Hay personas que no están dispuestas, no pueden soportar la verdad; no soportan la verdad, y si no la soportan, no se la puedes gritar en la cara para que lo entiendan. No quieren entenderlo, porque la realidad les aterroriza. Respeta, respeta simplemente a esa persona y no provoques una guerra. No provoques una guerra. Si una persona te está atacando, pero no hay guerra porque tú no le respondes, que se mantenga así, sin guerra de tu parte o de la otra persona; ya esa persona tendrá que dar cuentas a Dios por lo que hizo. A lo mejor son cosas que la persona se acuerda perfectamente, pero fue un engaño. Entonces, frases y palabras engañosas que sutilmente generan, que continuamente y sutilmente generan problemas, discusiones y guerras espirituales, tenemos que evitarlas. Todo lo que se pueda, evita la guerra en la medida de lo posible. Si podemos solucionar lo que nos molesta, soluciónalo tú; soluciónalo tú. No esperes a que la otra persona lo entienda y lo solucione: soluciónalo tú. Evita la guerra y tendrás más paz, más paz y más salud física, psicológica y espiritual. Entonces, nos conviene definitivamente: nosotros somos los que salimos ganando, definitivamente, si podemos solucionar lo que molesta a los demás. Soluciónalo tú. Aunque no te toque a ti, aunque no te corresponda, si puedes solucionarlo, soluciónalo.
Los espíritus siempre estarán trabajando para fraguar problemas, haciendo que las cosas, incluso ellos trabajan mucho –por eso el TDAH, el trastorno de déficit de atención–, porque si se te olvidan las cosas se generan conflictos. Cuando se le olvida al esposo la fecha de la boda, se genera un conflicto; se genera un conflicto. Las cosas que se olvidan en nosotros hoy o mañana generan un conflicto, y los enemigos lo saben, y de ahí nacen las frases “tú siempre”, “tú nunca”, totalizando “siempre ha sido así, siempre, desde hace 50 años” y “se casaron hace 20, pero siempre ha sido así, siempre ha pasado”. Así hay que estar atentos para no caer en las trampas, para no caer en la manipulación, y evitar molestarnos si nos reclaman los demás o si nosotros reclamamos. Cuida tus gestos, porque cuando la persona empieza a hablar y se torna tensa –“¡Ay, hijole, va a haber un conflicto!”– se le paran las cejas, se le abren los ojos, es porque ya están en guerra; empieza a respirar fuerte, ya trae adrenalina, y eso ya está a punto de soltar el primer golpe. Evita todo esto, reconoce los signos y evita los pleitos. ¡Hay que estar atentos! Para no caer en estas trampas del enemigo de Dios.
Cuando se siente la ira, el coraje, hay que guardar silencio nosotros, aunque la otra persona no se calle. Ese no es tu problema, es problema de él; él va a pagar las palabras que salieron de su boca, y si te lastimaron o dieron mal testimonio a otra persona, él pagará. Si alguien de ustedes se levanta y me empieza a decir groserías, yo no tengo que pagar eso en el purgatorio. Nada, yo no tengo que pagar nada; pagará el que me las dijo. Si yo se las regreso, ya los dos pagamos, pero si solo ustedes lo dicen, pues ustedes pagan. Entonces, ¿por qué me voy a enojar si así crees y así quieres creer sin investigar? Eso es tu problema. ¿Por qué me voy a enojar? Porque tú no pienses que yo soy lo que yo creo que soy; ese es el gran problema de hoy en la sociedad, que hay gente que dice que cree que es un árbol. Todos tienen que decirle que es un árbol y que tiene bonitos frutos. ¿Por qué nosotros no podemos caer en todas estas cosas? No podemos. Tenemos que tener mucho cuidado. Es mejor perder en la tierra y ganar en el cielo, aunque perdamos a los ojos de los demás, pero sin ira, sin rencores, sin coraje. Aunque perdamos, sin resentimientos, porque si albergas resentimiento ya estás en manipulación, pues no tienes por qué estar resentido con nadie; cada quien es libre de ser, decir y hacer lo que quiera, pero tendrá que dar cuentas a Dios.
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