La pureza del alma, Dios nos la enseña incluso a través de los animales.



 La pureza del alma, Dios nos la enseña incluso a través de los animales. Por ejemplo, la paloma, para no ensuciar sus pies en el lodo, regresó al arca cuando Noé la envió a ver si había cesado el diluvio, y así es un animal limpio. Se cuenta también del armiño que, cuando lo cazan, colocan barro alrededor de su guarida para que, al ver el lodo, prefiera dejarse morir antes que ensuciarse.

Pero la pureza perfecta no todos la conocen, y menos la poseen. Por lo cual, dijo el abad Abraham a un monje que le dijo: "Ya he muerto la concupiscencia." Y él le respondió: "Di, si te acostaras con una doncella, sola en una cama, y la tuvieras abrazada, ¿no notarías que tenías una columna de piedra?" Respondió: "No, pero no pecaría con ella." Luego le dijo: "Entonces no la tienes muerta, sino atada." "Y si encontraras un tesoro, ¿lo tendrías por estercolero?" Respondió: "No, pero no lo tomaría." Y si alguien te dijese mal, ¿lo miraría como a aquel que te alabase? Respondió: "No, pero no me enojaría contra él." Entonces dijo Abraham: "Luego no tienes la concupiscencia muerta, como dijiste, sino atada." De manera que, como es don de Dios y muy perfecto, no todos los que piensan tenerla, la tienen, aunque tengan algún rastro de ella.

A esta misma pureza pertenece conocer las cosas ocultas por algunas pequeñas señales exteriores. Como cuenta San Gregorio, cuando iba a Inglaterra a predicar el Evangelio, estando descansando en el camino y rezando sus horas, se le posó una langosta en el libro, dio un salto atrás y reconoció que le habían de enviar a llamar, y que no debía cumplir su camino. Estando en esto, llegaron los mensajeros de Roma, que le pedían que volviera, y así lo hizo.

De esta pureza nace la paz, con la cual se sujetan todos sus movimientos y afecciones a la razón; y para la paz, que lleva a Dios, como San Agustín dijo sobre lo que dice San Mateo en el capítulo 5: "Bienaventurados los pacíficos." Porque no puede uno mandar bien, sino está sujeto a su superior. Y esta es la paz que se da en la tierra a los hombres de buena voluntad, en la cual se hace morada de Dios, como dice David en el Salmo 75: "Hecho es en paz su lugar." Y de este reino pacífico fue desechado el príncipe de este siglo, que señorea a los malos.

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