presencia de Dios en todo lo que somos y hacemos


Hoy quiero compartir con ustedes unas reflexiones que nos invitan a pensar sobre el camino que recorremos en la vida, sobre nuestras decisiones y sobre la presencia de Dios en todo lo que somos y hacemos. En el mundo moderno, escuchamos muchas veces que "la energía jamás se equivoca", que todo tiene un mensaje y que todo sucede por alguna razón cósmica, pero nosotros, como cristianos, sabemos que hay algo mucho más profundo y verdadero que debemos comprender: la soberanía de Dios sobre nuestra vida y su amor infinito que nos guía.


"Nadie falta, nadie sobra", dice el mensaje que nos llega desde diversas filosofías, pero nosotros sabemos que en la verdad del Evangelio, cada ser humano, cada alma, es creación de Dios, hecha a Su imagen y semejanza. Nadie llega a nuestra vida por casualidad. Cada encuentro tiene un propósito divino, aunque a veces no lo entendamos de inmediato. A veces, nos cruzamos con personas que nos enseñan lecciones dolorosas, o situaciones difíciles que nos ponen a prueba. Pero recordemos lo que San Pablo nos dice en Romanos 8:28: "Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."


"Cada Ser que se va de tu vida, cumplió su ciclo, y es perfecto tal y como es". A veces, las despedidas duelen, pero debemos recordar que en el plan de Dios, todo tiene un propósito. Si alguien se aleja, es porque Dios sabe lo que es mejor para nosotros. No hay nada que suceda fuera de Su voluntad. Por eso, debemos aprender a agradecer, no solo por lo que fue, sino por lo que es, y por lo que será. Dios nos da todo lo que necesitamos para crecer, para aprender, para acercarnos más a Él. Si algo se va, es porque Él tiene algo mejor reservado para nosotros. En Su sabiduría perfecta, Él sabe lo que necesitamos.


"Todo es perfecto", puede decirse desde una perspectiva espiritual, pero debemos entender que la perfección de la que hablamos no es la perfección humana ni el orden del mundo en su estado actual. Sabemos que el pecado ha afectado la creación de Dios y que el sufrimiento es parte de nuestra condición humana. Pero, a pesar de todo esto, la perfección de Dios se manifiesta en su capacidad de redimirnos, de guiarnos, de llamarnos a la santidad. Él tiene el control sobre todo, y lo que consideramos imperfecto o doloroso tiene un propósito mayor en Su plan de salvación.


"Aceptar, te permite fluir, libera a los otros y lo más importante, te hace absolutamente libre". Es cierto que aceptar lo que Dios permite en nuestras vidas nos lleva a la paz. El Evangelio nos enseña que el verdadero camino hacia la libertad es aceptar la voluntad de Dios, como lo hizo Jesucristo en el Huerto de Getsemaní, cuando dijo: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya." La libertad que encontramos en Cristo es una libertad que no depende de las circunstancias, sino de nuestra rendición a Su amor y Su voluntad.


"Fluye, suelta, crece… y sigue caminando." Este es un llamado a la perseverancia en la fe. San Pablo nos invita a "correr la carrera" que tenemos por delante, sabiendo que los sufrimientos y las dificultades no son el fin, sino el medio para llegar a la gloria eterna. No importa cuánto tiempo nos quede en esta vida, ya sea unos días, unos años o una vida entera. Lo importante es que continuemos avanzando con fe, con esperanza y con amor. Jesús nos dice en el Evangelio de San Juan: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Él es el único que nos puede guiar.


Finalmente, "El alma no se equivoca, será en ésta o en la que vendrá". Esta es una idea que puede resonar con algunas creencias, pero para nosotros, como católicos, sabemos que nuestra alma tiene una misión aquí en la tierra: vivir conforme a la voluntad de Dios, amar y servir a los demás, y prepararnos para la vida eterna con Él. El alma no es autónoma; está llamada a unirse a Cristo, a seguir Su ejemplo, y a recibir la gracia que Él nos da para vivir en santidad. No es cuestión de ciclos o de karmas, sino de una relación personal con el Dios vivo, que nos guía en esta vida y nos promete la vida eterna.


Hermanos y hermanas, les invito hoy a reflexionar sobre el camino que estamos recorriendo. Que no busquemos la perfección humana ni la felicidad en las cosas del mundo, sino que busquemos a Dios en todo. Que aprendamos a agradecer por cada momento, por cada persona, por cada prueba, sabiendo que todo tiene un propósito divino. Que sigamos caminando con fe, sin temer al futuro, confiando en que Dios está con nosotros en cada paso.

Que el Señor nos bendiga, nos fortalezca en el camino, y nos haga crecer en Su amor. Amén.


: la soberanía de Dios sobre nuestra vida y su amor infinito que nos guía.

"Nadie falta, nadie sobra", dice el mensaje que nos llega desde diversas filosofías, pero nosotros sabemos que en la verdad del Evangelio, cada ser humano, cada alma, es creación de Dios, hecha a Su imagen y semejanza. Nadie llega a nuestra vida por casualidad. Cada encuentro tiene un propósito divino, aunque a veces no lo entendamos de inmediato. A veces, nos cruzamos con personas que nos enseñan lecciones dolorosas, o situaciones difíciles que nos ponen a prueba. Pero recordemos lo que San Pablo nos dice en Romanos 8:28: "Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."


"Cada Ser que se va de tu vida, cumplió su ciclo, y es perfecto tal y como es". A veces, las despedidas duelen, pero debemos recordar que en el plan de Dios, todo tiene un propósito. Si alguien se aleja, es porque Dios sabe lo que es mejor para nosotros. No hay nada que suceda fuera de Su voluntad. Por eso, debemos aprender a agradecer, no solo por lo que fue, sino por lo que es, y por lo que será. Dios nos da todo lo que necesitamos para crecer, para aprender, para acercarnos más a Él. Si algo se va, es porque Él tiene algo mejor reservado para nosotros. En Su sabiduría perfecta, Él sabe lo que necesitamos.


"Todo es perfecto", puede decirse desde una perspectiva espiritual, pero debemos entender que la perfección de la que hablamos no es la perfección humana ni el orden del mundo en su estado actual. Sabemos que el pecado ha afectado la creación de Dios y que el sufrimiento es parte de nuestra condición humana. Pero, a pesar de todo esto, la perfección de Dios se manifiesta en su capacidad de redimirnos, de guiarnos, de llamarnos a la santidad. Él tiene el control sobre todo, y lo que consideramos imperfecto o doloroso tiene un propósito mayor en Su plan de salvación.


"Aceptar, te permite fluir, libera a los otros y lo más importante, te hace absolutamente libre". Es cierto que aceptar lo que Dios permite en nuestras vidas nos lleva a la paz. El Evangelio nos enseña que el verdadero camino hacia la libertad es aceptar la voluntad de Dios, como lo hizo Jesucristo en el Huerto de Getsemaní, cuando dijo: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya." La libertad que encontramos en Cristo es una libertad que no depende de las circunstancias, sino de nuestra rendición a Su amor y Su voluntad.


"Fluye, suelta, crece… y sigue caminando." Este es un llamado a la perseverancia en la fe. San Pablo nos invita a "correr la carrera" que tenemos por delante, sabiendo que los sufrimientos y las dificultades no son el fin, sino el medio para llegar a la gloria eterna. No importa cuánto tiempo nos quede en esta vida, ya sea unos días, unos años o una vida entera. Lo importante es que continuemos avanzando con fe, con esperanza y con amor. Jesús nos dice en el Evangelio de San Juan: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Él es el único que nos puede guiar.


Finalmente, "El alma no se equivoca, será en ésta o en la que vendrá". Esta es una idea que puede resonar con algunas creencias, pero para nosotros, como católicos, sabemos que nuestra alma tiene una misión aquí en la tierra: vivir conforme a la voluntad de Dios, amar y servir a los demás, y prepararnos para la vida eterna con Él. El alma no es autónoma; está llamada a unirse a Cristo, a seguir Su ejemplo, y a recibir la gracia que Él nos da para vivir en santidad. No es cuestión de ciclos o de karmas, sino de una relación personal con el Dios vivo, que nos guía en esta vida y nos promete la vida eterna.

Hermanos y hermanas, les invito hoy a reflexionar sobre el camino que estamos recorriendo. Que no busquemos la perfección humana ni la felicidad en las cosas del mundo, sino que busquemos a Dios en todo. Que aprendamos a agradecer por cada momento, por cada persona, por cada prueba, sabiendo que todo tiene un propósito divino. Que sigamos caminando con fe, sin temer al futuro, confiando en que Dios está con nosotros en cada paso.

Que el Señor nos bendiga, nos fortalezca en el camino, y nos haga crecer en Su amor. Amén.


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