"El Conde de Tressan: Un Encuentro Tardío con la Fe"

 

Hermanos y hermanas, quiero contarles sobre una figura histórica que nos deja una lección profunda. El Conde de Tressan, conocido en su tiempo por su amistad con grandes pensadores como Voltaire y por sus escritos profundamente anticristianos, es un ejemplo de la complejidad del ser humano ante la fe. A lo largo de su vida, este hombre se dedicó a cuestionar las enseñanzas del cristianismo, defendiendo una visión del mundo donde la razón humana se ponía por encima de la fe en Dios. Pero lo que ocurrió en sus últimos días fue algo que nos invita a reflexionar sobre la misericordia de Dios y la naturaleza de nuestra relación con Él.

En sus últimos momentos, cuando ya la muerte se acercaba, el Conde de Tressan, tan alejado de la fe cristiana durante toda su vida, decidió recibir los sacramentos. ¡Qué conmovedor y desconcertante a la vez! Un hombre que había rechazado la Iglesia, que había escrito y hablado en contra de ella, decidió acercarse a la fe cuando se encontraba al final de su camino. En su corazón, quizás, comenzó a comprender que la razón sola no puede llenar el vacío espiritual que solo Dios puede colmar.

Este acto, queridos hermanos, fue observado por muchos. Un amigo cercano del conde, el filósofo Jean le Rond d'Alembert, se enteró de que Tressan había buscado la ayuda de un sacerdote. Preocupado por los rumores que circulaban sobre su arrepentimiento, d'Alembert decidió visitarlo. Sabía que este acercamiento a la fe podría ser interpretado como una contradicción, y temía que su amigo fuera juzgado por ello. Pero, al encontrarse con Tressan, este le respondió con firmeza y desdén: defendió su derecho a acercarse a la Iglesia sin que ello significara un cambio de su pensamiento filosófico. No aceptó ninguna insinuación de deshonra, porque sabía que, al final, solo Dios puede conocer la verdad en lo profundo del alma humana.

Hermanos, este episodio nos enseña mucho sobre el juicio y la tolerancia. No debemos apresurarnos a juzgar los últimos actos de una persona. La misericordia de Dios es infinita, y su amor no tiene fronteras. El Conde de Tressan, en el ocaso de su vida, eligió acercarse a la fe, y eso, en sí mismo, es un acto de humildad ante lo eterno. Quizá, en sus últimos momentos, la razón que tanto defendió durante su vida se inclinó ante la necesidad de algo más grande: la gracia de Dios.

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