Un Año de Gracia y Transformación en Cristo

 


Al reflexionar sobre lo que se nos presenta como "El Año del Ermitaño" y las enseñanzas del número 9 desde el Psico Tarot Evolutivo, es necesario discernir estas ideas a la luz de nuestra fe católica y de la Palabra de Dios. Aunque este tipo de mensajes pueden parecer atractivos por su profundidad y espiritualidad, debemos recordar que la verdadera luz y dirección para nuestra vida provienen de nuestro Señor Jesucristo y no de conceptos esotéricos.

1. Nuestro enfoque no está en los números, sino en Dios

Se nos dice que el año , al sumar sus dígitos y obtener el número 9, representa cierre de ciclos y transformación. Pero nosotros, como cristianos, sabemos que no son los números ni los astros los que determinan nuestra vida, sino la voluntad de Dios.

La Sagrada Escritura nos enseña:

"Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; en todos tus caminos, tenlo presente, y Él aplanará tus sendas" (Proverbios 3:5-6).

No necesitamos buscar significado en cálculos humanos, porque Dios ya nos ha dado un propósito eterno: vivir para Su gloria y en comunión con Él.

Las respuestas no están dentro de nosotros, sino en Cristo debemos recordar que nuestro corazón es limitado y a menudo engañoso:

"El corazón es lo más engañoso que hay y extremadamente perverso. ¿Quién lo conoce a fondo? Yo, el Señor, examino el corazón y escudriño los pensamientos" (Jeremías 17:9-10).

La verdadera respuesta para nuestra vida no se encuentra en nosotros mismos, sino en Jesucristo, quien dijo:

"Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6).

Cuando enfrentamos dudas, crisis o desafíos, no debemos refugiarnos solo en introspección, sino buscar al Señor en oración, en los sacramentos y en Su Palabra.

3. No somos autosuficientes: dependemos de Dios

El texto dice que "de ti depende tomar decisiones" y que el cambio depende únicamente de nuestra acción. Si bien es cierto que Dios nos da el libre albedrío, también sabemos que nuestras fuerzas no bastan para alcanzar la plenitud.

San Pablo nos recuerda:

"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).

Nuestra transformación no es obra de nuestras manos, sino del Espíritu Santo que actúa en nosotros. Por eso, cada día debemos abrirnos a Su gracia y pedirle que guíe nuestras decisiones. Sin Dios, nada podemos hacer (Juan 15:5).

4. La verdadera sabiduría viene de Dios, no del aislamiento

El "Ermitaño" se presenta como símbolo de sabiduría a través del aislamiento y la introspección. Sin embargo, como cristianos, sabemos que la sabiduría verdadera no viene de apartarnos del mundo, sino de unirnos más profundamente a Dios y a los demás.

Jesús mismo no vivió aislado. Aunque se retiraba para orar en silencio, siempre regresaba a su misión de amor y servicio. Nos dejó el mandamiento de amarnos unos a otros (Juan 13:34) y nos llamó a vivir en comunidad, como lo hacemos en nuestra Iglesia.

Por eso, queridos hermanos, busquemos la sabiduría no en el aislamiento, sino en la oración, en la Eucaristía y en la comunión con nuestra familia de fe

5. No es el "universo", es Dios quien guía nuestra vida

El mensaje habla de una "conexión con el universo" como fuente de propósito y equilibrio. Esto puede sonar atractivo, pero como católicos sabemos que no estamos conectados a una fuerza impersonal. Estamos conectados al Dios vivo y personal, que nos creó por amor y nos llama por nuestro nombre.

"En Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28).

No necesitamos energías universales, sino la gracia de Dios, que recibimos a través de los sacramentos.

6. Amar y perdonar, no dejar atrás a los demás

Se nos dice que debemos "dejar atrás a todos los que no aportan a nuestro crecimiento". Esto puede sonar práctico, pero como discípulos de Cristo estamos llamados a algo mucho más grande: amar, perdonar y buscar la reconciliación.

Jesús nos enseñó:

"Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen" (Mateo 5:44).

Es cierto que en ocasiones debemos establecer límites saludables, pero nunca debemos rechazar a los demás por egoísmo o conveniencia. En lugar de alejarnos, pidamos a Dios la gracia de ser instrumentos de su amor.

7. El año de gracia del Señor

Hermanos, no necesitamos etiquetar este año como "el Año del Ermitaño" ni buscar significado en teorías humanas. Este 2025 es, como cada año, un tiempo de gracia que el Señor nos regala para crecer en santidad, servir a los demás y profundizar nuestra relación con Él.

San Pablo nos dice:

"Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación" (2 Corintios 6:2).

Vivamos este año con esperanza, confiando en que Dios tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros.

Conclusión

Queridos hermanos y hermanas, no dejemos que filosofías o prácticas ajenas a nuestra fe desvíen nuestra mirada de Cristo. Este 2025, caminemos con Él, buscando Su voluntad y confiando en Su amor.

Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine y a nuestra Madre Santísima que nos guíe siempre hacia su Hijo. Que este año sea un tiempo de con versión, gracia y bendición para todos nosotros.

¡Alabado sea Jesucristo!


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