, adorémos y postrémonos ante Cristo nuestro Dios y nuestro Rey'.»

 


Cuenta San juan Climáco:Estando nosotros un día en la oración, vio el tanto Padre ciertos religiosos que estaban entre sí hablando. Los cuales mandó poner ante la puerta de la iglesia (aunque fuesen de los clérigos, y más ancianos), y que por espacio de siete días se postrasen en tierra a todos cuantos entraran y salieran por ella.

Mirando yo una vez a uno de los religiosos, que estaba más atento que los otros en el canto de los Salmos, y que especialmente al principio de los himnos, con la figura y semblante que mudaba, parecía que hablaba con otro, le rogué que me dijese qué significaba aquello. Y él, defendiéndose de aprovechar, no me lo quiso encubrir; y así me dijo:

 «Yo, Padre Juan, al principio del Oficio Divino, suelo recoger con gran cuidado mi corazón y mis pensamientos, y llamándolos a mí, les digo: '

Venid, adorémos y postrémonos ante Cristo nuestro Dios y nuestro Rey'.»

Vi también allí un religioso que tenía el cargo de mandar aparejar la comida a los hermanos. El cual, colgado de la cinta, llevaba un librillo pequeño, en el cual escribía cada día todos sus pensamientos, y daba cuenta de ellos a su pastor. Y no solo este, sino otros muchos vi hacer lo mismo allí, porque era esto, como después supe, mandamiento de aquel santo Pastor.

En otra ocasión, el Padre apartó de la compañía de los actigiófos a uno que había maltratado, y lo puso a la puerta del monasterio, pidiendo humildemente el perdón y la entrada. Lo cual, como supo aquel estudioso guardador de las almas, y le dijeron que todos aquellos días no le habían dado de comer, mandó decirle que, si quería morar en el monasterio, debía estar en la casa de los penitentes. Y como él aceptase esta condición, el Padre lo mandó llevar a aquella casa donde estaban los que hacían penitencia por sus pecados, y así se hizo.

Y porque se ha ofrecido ocasión de hacer mención de este lugar, la necesidad me obliga a decir algo al respecto. Este lugar estaba apartado por espacio de una milla del monasterio principal y se llamaba «la cárcel», y así estaba (como verdadera cárcel) desprovisto de toda humana consolación. No se veía allí vapor de humo, ni vino, ni aceite para comer, sino solamente pan y hierbas.

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