"La Intercesión Milagrosa de la Virgen: Testimonios de San Antonio de Padua y los Devotos"

 


El glorioso San Antonio de Padua, fraile menor, solía (como sabemos por su vida) decir, cuando se veía acosado por tentaciones diabólicas, este hermoso himno a la Virgen: 'O gloriosa Domina, excelsa sobre las estrellas', y de inmediato quedaba vencedor. Sucedió un día que, mientras él estaba en oración, el diablo, enemigo jurado de las buenas acciones, se lanzó sobre él con furia, y poniéndole la mano en la garganta, le apretó tan fuerte que lo puso en grave peligro de su vida. Pero el buen Padre, recurriendo de inmediato a su himno habitual, se sintió pronto libre de tal violencia. Igualmente, cuando llegó al último período de su vida, y después de haber recitado con los hermanos los siete Salmos penitenciales y recibido los Santos Sacramentos, volvió a decir en voz baja su himno acostumbrado: 'O gloriosa Domina', y en ese mismo instante la Virgen le apareció, la cual lo consoló infinitamente con su dulce presencia, y le hizo aún el bien de mostrarle, antes de su partida de este mundo, a su tan amado y deseado Señor; y así, colmado de una increíble felicidad, entregó su alma muy feliz a Dios. Si se hojean con valentía todos los libros, si se investigan todas las historias que mencionan a la Virgen, me atrevo a asegurar que no se encontrará que jamás alguien haya esperado en Ella, y la haya invocado en sus necesidades, sin que haya obtenido un éxito conforme a su esperanza. Por lo tanto, bien podemos merecidamente añadir a estas hermosas palabras del Sabio, y decir con él con seguridad: 'Mortales, mirad todas las naciones de los hombres, sabed que nadie ha sido confundido quien ha tenido esperanza en nuestra Señora y Maestra'. Si todos los devotos de la Virgen pudieran levantarse de sus tumbas, y se les preguntara si alguna vez, tantas veces como la han invocado en sus necesidades, no han sido socorridos, todos responderían con una sola voz, volviéndose hacia Ella con el devoto San Bernardo: 'Que el que se calle: ¡oh bienaventurada Virgen!, ¿quién puede decir que le habéis faltado de auxilio cuando os ha invocado en sus necesidades?'"


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