Hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy quiero compartir con ustedes una historia que, aunque tomada de los tiempos antiguos, resuena profundamente en nuestras vidas modernas: la historia de Auxibio. Un joven lleno de fe, un discípulo devoto, que partió a predicar la palabra de Dios con la esperanza de iluminar las almas de los paganos. Sin embargo, en su misión, se encontró con algo más oscuro que esperaba, algo que haría temblar los cimientos de su propia fe.
En este relato, Auxibio es un hombre que, sin saberlo, se enfrentó al mal que vivía en la oscuridad de los corazones humanos. En su búsqueda por salvar a los paganos, se encontró atrapado por las sombras que trataba de erradicar. Y es en este momento crucial de su vida, cuando la oscuridad amenaza con devorarlo, cuando entendemos una de las lecciones más profundas de nuestra fe: la lucha no solo está fuera de nosotros, sino dentro de nuestros propios corazones.
Auxibio fue un hombre que, a pesar de su sinceridad y devoción, cometió un error fatal: no se dio cuenta de que las sombras no solo existen fuera de nosotros, sino también dentro. Se dejó llevar por el deseo de salvar, de convertir a otros, sin reconocer las oscuridades internas que aún residían en su alma. Y es aquí donde encontramos una gran verdad: no podemos salvar a los demás si no enfrentamos primero nuestras propias sombras.
Recuerden, queridos hermanos, las palabras de nuestro Señor Jesús en el Evangelio de Mateo: “¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). La conversión comienza dentro de nosotros. La lucha por la salvación no es solo un esfuerzo por iluminar las tinieblas del mundo, sino también un desafío personal de reconocer y erradicar la oscuridad que vive en nuestros corazones.
Al igual que Auxibio, todos enfrentamos momentos en los que las tentaciones y las sombras de nuestra vida nos amenazan. El mal que acecha no siempre es obvio; puede venir en forma de pensamientos oscuros, actitudes egoístas, orgullo, ira o incluso la desesperación. Pero como Auxibio, también tenemos una oportunidad de redención. Podemos enfrentarnos a esas sombras con la luz de Cristo, que nos llama a la conversión no solo externa, sino interna.
Cuando Auxibio finalmente se arrodilló y oró, cuando pidió perdón por su alma y buscó la purificación de su corazón, las sombras retrocedieron. Y así es como también podemos nosotros, queridos hermanos. La oración, la humildad y el arrepentimiento nos permiten enfrentar las tinieblas y dejar que la luz de Cristo inunde nuestras vidas. Porque el camino de la conversión, el verdadero camino de la salvación, es un proceso constante de ir limpiando nuestra alma, de enfrentar nuestras debilidades y de dejarnos transformar por el amor y la gracia divina.
El ángel que rescató a Auxibio, como un símbolo de la luz de Dios, nos recuerda que en los momentos de oscuridad y tentación, siempre hay esperanza. Aunque el mal intenta despojarnos de nuestra fe, el Señor siempre está dispuesto a ofrecernos Su misericordia, siempre listo para iluminarnos cuando más lo necesitamos.
Es por eso que, al igual que Auxibio, todos estamos llamados no solo a convertir a otros, sino a convertirnos a nosotros mismos. Porque cuando enfrentamos nuestras propias sombras, cuando permitimos que la luz de Cristo disipe nuestras tinieblas, entonces podemos verdaderamente llevar esa luz a los demás. Y es a través de esa luz que los paganos, aquellos que viven en la ignorancia, aquellos que buscan algo más allá de esta vida, pueden encontrar la verdadera salvación en Cristo.
Hermanos, la conversión es un proceso profundo y continuo. No es solo un acto exterior, sino una transformación interior que requiere valentía y fe. Al igual que Auxibio, debemos enfrentarnos a las tinieblas de nuestro ser y, con la gracia de Dios, permitir que la luz de Cristo nos purifique, nos salve y nos dé la fortaleza para salvar a otros.
Que, al reflexionar sobre esta historia, podamos recordar siempre que la verdadera conversión comienza en nuestro interior. Que podamos pedir a Dios que nos dé el valor para enfrentarnos a nuestras sombras y, con humildad, aceptar su luz redentora.
Que el Señor nos guíe en nuestra lucha, y que, como Auxibio, podamos ser instrumentos de Su luz, llevando a otros hacia la salvación, comenzando por la transformación de nuestros propiosopios corazones. Amén.
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