San Isidoro de Sevilla, Padre de la Iglesia Católica, menciona que los primeros autores de las comedias profanas fueron los demonios. Según él, en tiempos de los romanos gentiles, durante periodos de grandes dificultades, los demonios se manifestaron a través de los simulacros para instar a los hombres a aplacar a sus falsos dioses mediante estas torpes representaciones, que fomentaban los vicios más abominables .
San Agustín relata que, cuatrocientos años después de la fundación de Roma, los romanos enviaron a los comediantes a la provincia de Istria, de donde adoptaron el nombre de "histriones". Estos histriones, con sus representaciones y juegos indecorosos, entretenían al pueblo (De Civitate Dei, lib. 3, f. 18). Desde entonces, los farsantes comenzaron a llamarse "histriones", término que significa "hombres de juegos, chanzas y burlas".
El mismo San Agustín cuenta que el demonio se apareció en sueños a Tito Latino, senador romano, y le instó a reanudar las comedias públicas, alegando que con ellas el pueblo gentil encontraba gran diversión y vivía en libertad (De Civitate Dei, lib. 4, c. 26). Según el santo, muchos cristianos malos siguen esta doctrina infernal porque solo buscan los placeres mundanos y corruptos.
San Cipriano también advierte que las farsas y las comedias profanas son la ruina fatal de los pueblos cristianos. Afirma que estas representaciones fomentan los vicios y destierran las buenas costumbres, como la experiencia misma nos enseña.
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