"La Cruz como Camino: La Sabiduría de San Bernardo sobre el Confesor y el Sacerdoci

El confesor no busca comodidad alguna en este mundo, pues mirando hacia ella, se desvía del camino hacia el cielo. Aquí solo puede esperar el premio, imitando a su divino Maestro, que, estando en la cruz, escuchó la confesión del buen ladrón. Por la ausencia de San Pedro, le abrió el cielo, y en su compañía entró.

Desde la cruz, él hizo el confesionario. Al estar en ella, se debe mirar al Confesor supremo a los pies de Cristo, dispensando los tesoros de su sangre, con los cuales se sana el cansancio. Se entenderá que la cruz no es para un regalo; se aprenderá también a no querer valerse del penitente, sino solo para ir al cielo.

Entenderá que, como Cristo le llevaba al cielo, también el penitente le lleva a Él. "Hoy estarás conmigo en el paraíso".

Así, del cansancio y la fatiga (que no es pequeña), se hacen los méritos para la corona, con más dicha en esto, dice San Juan Crisóstomo, que los mismos mártires, porque cuando ellos padecían, era por culpa de sus atormentadores. Pero aquí, el confesor padece de manera duradera mientras se justifica él mismo, pues es la causa de su fatiga. Por su prolongación, suele ser considerado un martirio, como decía San Bernardo.

Conviene que todo ministro de la religión, al escuchar a sus subordinados, lo haga con

 benevolencia.


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