"El Fuego del Juicio: Revelaciones del Purgatorio y sus Tormentos

 


La venerable madre Francisca del Santísimo Sacramento, dejábanse ver a menudo, con el permiso de Dios, aquellas almas, no solo revestidas de fuego, a manera de cuerpo abrasador, sino también con los instrumentos de los pecados cometidos en su vida, que echaban fuego por todas partes. 



Un prelado se le apareció revestido de los ornamentos sagrados, con la mitra en la cabeza y el báculo en la mano; los ornamentos, la mitra, el báculo, eran de fuego, y formaban su más cruel tormento en el Purgatorio, porque habían sido el objeto de su vanagloria en la tierra. Un sacerdote tenía la corona encendida, despidiendo llamas, abrasada la lengua más que un hierro hecho ascua, las manos centelleando de vivo fuego, la estola le servía de una cadena de brasas al cuello, y los otros ornamentos de una vestidura penetrante de llamas, por la irreverencia usada en el ejercicio del sagrado ministerio. 



Se la mostró un religioso rodeado de muchas y muy preciosas alhajas, sillas, mesas, piedras, pinturas y cuadros, pero todo de fuego, porque contra la profesión de la pobreza religiosa, se deleitaba en vida en adornar su celda con escogidos muebles. Un escribano empuñaba un tintero de fuego, una pluma de fuego, un sello de fuego, en pena de la poca exactitud con que había ejercido su delicado oficio. Un caballero revolvía un mazo de papeles ardiendo y manejaba monedas encendidas, en castigo del inmoderado deleite que experimentaba en el divertimiento del juego. Todo, en suma, era fuego en las almas que se aparecían: de fuego los vestidos, de fuego las insignias, de fuego hasta el aire que las rodeaba. Los pecados y los defectos son el pábulo de este fuego, que cada uno puede encender y extinguir por sí mismo. Huyamos de los defectos y los pecados, y se apagará para nosotros todo fuego del Purgatorio.



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