Proverbios 29:18
"Donde no hay dirección sabia, el pueblo se extravía; pero en la multitud de consejeros hay seguridad."
Amados hermanos en Cristo,
Hoy reflexionaremos sobre un mensaje que no solo interpela a quienes ostentan el poder político o social, sino a todos nosotros, responsables en mayor o menor medida de guiar a otros en el camino de la virtud. Nuestro tema central es la responsabilidad de prevenir el mal y no solo castigarlo, como reflejo del ejemplo y del amor que Dios espera de quienes están en posición de autoridad.
La sangre que clama por justicia
El maestro Ávila nos advierte que incluso los castigos legítimos, aquellos que la justicia exige, serán motivo de juicio para quienes los imparten si pudieron haber evitado las causas que llevaron a esos delitos. Gobernar no es solo aplicar la ley; es también prevenir el pecado y fomentar el bien.
Es mejor prevenir los delitos que castigarlos después de cometidos." Los gobernantes, sean padres, maestros, líderes o autoridades, no deben conformarse con corregir las faltas. Si no siembran en sus súbditos las semillas de la virtud, serán responsables de los frutos amargos que se cosechen.
El ejemplo como semilla de virtud
Dios mismo nos muestra cómo un gobernante amoroso guía a su pueblo. Nuestro Señor no solo castiga, sino que instruye, advierte y da ejemplos. Las leyes divinas no son solo amenazas; son caminos de vida. Jesús, nuestro modelo perfecto, no se limitó a condenar el pecado, sino que mostró con su vida cómo amar, perdonar y servir.
Hermanos, los gobernantes y líderes que no se esfuerzan por enseñar el bien con sus acciones, y solo castigan cuando surge el mal, actúan más como jueces implacables que como padres amorosos. ¿Acaso no hemos sido llamados a reflejar el amor del Padre celestial en nuestras responsabilidades?
El juicio de Dios sobre nuestra labor
El maestro Ávila nos recuerda que, en el día del juicio, los gobernantes y líderes serán llamados a rendir cuentas. Se les preguntará no solo por los castigos que aplicaron, sino también por las oportunidades que tuvieron de prevenir el mal. Dios les dirá:
"¿Qué hiciste para enseñar la virtud a aquellos que estaban bajo tu cuidado? ¿Dónde están los ejemplos que diste? ¿Dónde están las advertencias llenas de amor que pudiste haber ofrecido? Si no sembraste la semilla de la virtud, ¿cómo esperabas cosechar frutos buenos?"
Esta pregunta no solo es para los gobernantes políticos, sino para cada uno de nosotros. Padres, ¿han enseñado a sus hijos el camino del Señor? Maestros, ¿han formado a sus estudiantes en la integridad? Líderes, ¿han guiado a sus comunidades con sabiduría y amor? La autoridad no es un privilegio; es una responsabilidad ante Dios.
La verdadera gobernanza: amor y dedicación
Hermanos, el gobernante sabio no solo ejerce justicia, sino que busca prevenir la necesidad de aplicarla. Esto requiere amor, dedicación y paciencia. Un verdadero líder no se limita a castigar los errores, sino que se esfuerza por enseñar el bien. Así lo hizo Cristo, quien nos mostró que el ejemplo y el amor son más poderosos que el castigo.
Nuestra sociedad necesita más padres amorosos que guíen con ternura, más líderes que inspiren con su ejemplo, y más maestros que siembren virtud. Si cada uno de nosotros, en la esfera que le corresponde, asume esta tarea con seriedad, transformaremos nuestras comunidades y caminaremos como hijos fieles del Reino de Dios.
Conclusión: Prevenir el mal como acto de amor
El llamado de este sermón es claro: no nos conformemos con corregir el mal. Seamos sembradores de virtud y ejemplos de amor. En nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestras responsabilidades, esforcémonos por prevenir el pecado y construir un mundo más justo, más bondadoso y más cercano a Dios.
Y cuando estemos delante de nuestro Padre celestial, podamos escuchar estas palabras:
"Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré. Entra en el gozo
de tu Señor." (Mateo 25:21).
Amén.
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