La Manifestación de María: Madre y Reina en los Misterios del Evangelio

 


En dos Misterios se descubrió María con su Hijo: en la Cruz y en la Adoración de los Reyes (Mat. 2). En ningún momento de Majestad le asistió; ni cuando le aclaman Rey, ni cuando le vociferan Mesías, ni cuando triunfa en Jerusalén; ni en los resplandores del Tabor, ni en los cristales del Jordán, ni en los triunfos del resucitado, ni en la Ascensión gloriosa. Solo se descubre cuando los hebreos le crucifican y cuando los Reyes le adoran.



Yo sospecho que fue para cumplir como Madre y como Reina. Se manifiesta en la Cruz como Madre de pecadores, para interceder por los delincuentes. Se descubre en la Adoración como Reina; porque, como el Hijo, por infante, no estaba en edad de agradecer los dones, sale a estimar los presentes; y como eran Reyes, que salían a visitarla desde sus palacios, por tener ocasión de mostrarse más agradecida, sale a recibir su fineza en persona.



El segundo motivo de su empeño es que fuera perder los beneficios, no continuarlos. Favores soberanos, ni se paran, ni se arrepienten. Si para los humanos, en la discreción de Séneca, es empeño para dar lo ya dado; ¿qué será en la generosidad del Cielo? Más razón hay para el beneficio segundo que para el primero: porque el primero es sin causa; el segundo, con motivo. El primer favor le hace el gusto; el segundo le provoca el empeño: porque desistir de lo obrado, o es arrepentimiento de lo discreto, o cansancio de lo fino.



Con dolor dejo tan noble argumento, por no ser tan importunamente molesto; pero no puedo excusar el deseo, que ha sido la Real demostración de nuestro Señor, tan justa como atenta. Dejar su diversión amada tan pronto por manifestar su cristianísimo celo, es ilustre blasón de su Fe; pero justamente agradece a María esta victoria, pues no podrá tener en su Corona mayor día.

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