Así es como el sabio entiende: "En los ojos hay raptores velocísimos, consejeros sumamente impuros, destructores extremadamente malvados. De ahí proceden las puertas de la muerte y las entradas del infierno. Los ojos son la incitación al lujo."
Se dice que cuando el rey de Inglaterra visitó un monasterio de monjas, vio a una monja hermosísima. Dio a la abadesa la opción de cederle a la monja que deseaba o quemar el monasterio entero. Cuando la monja escuchó esto, le pidió al rey que le dijera qué era lo que más le agradaba de ella. Al oír que eran sus ojos, se los arrancó y se los envió al rey en un recipiente, diciendo: "Aquí tienes los ballesteros de la corrupción, guías del crimen, que dañan desde lejos con sus muchas armas." El rey, al recibir esto, se sintió abrumado y arrepentido, y realizó penitencia.
en la Vida de los Padres, se cuenta que el bienaventurado Antonio visitó al santo Didimo, quien no tenía igual en la profundidad de su conocimiento y en la exposición de las Sagradas Escrituras. Pero este estaba privado de la luz de los ojos corporales, por lo que Antonio le preguntó si estaba triste. A lo que él respondió: "Debo alegrarme, porque Dios me ha dado los ojos angélicos, que me muestran la última inocencia y custodian mi vida, no como los ojos del cuerpo.
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