Se cuenta que, en cierta ocasión, unos abogados llevaron a un difunto a la iglesia. Cuando llegaron a la puerta de la iglesia, esta se cerró sola y no pudieron introducirlo.
Entonces, alguien rogó a un santo que pidiera a Dios una revelación acerca de esta situación. Apareció el bienaventurado San Pedro y dijo:
"Estos son destructores de la Iglesia y perjudican más a la Iglesia que todos los ladrones juntos, porque apartan las donaciones de los buenos y las dan a otros que no las merecen. Dañan más a la Iglesia que los demonios, porque todos aquellos no podrían someter la autoridad de la Iglesia al servicio del diablo, pero eso es lo que hace un mal abogado.
Expulsa a los fieles y trae a los demonios; rompe la estructura de la Iglesia y, como flechas del demonio con el arco de la falsedad, dañan la verdad. Un mal consejero es tan peligroso o peor que un hereje. Porque el hereje corrompe la fe y destruye las obras de Dios, mientras que este peca con conocimiento, creyendo falsamente que está haciendo el bien, y lo hace conscientemente. Por eso, no es digno de recibir los beneficios de la Iglesia."
Se cuenta que en Sajonia un abogado llamado de cierto nombre murió, y su lengua no fue hallada en su boca en la hora de su muerte.
Cuarto castigo es la privación de misericordia. Jacobo de Vitriaco dice que cierto abogado, estando en su lecho de muerte, pidió a Dios tiempo para arrepentirse, pero se escuchó una voz que decía:
"El abogado malo es semejante al demonio, porque, así como él desea el conflicto y devora la paz, tú no has dado tregua en las causas sino para fatigar al adversario con la dureza del tiempo. Por eso, ve a quien se te asemeja, porque no eres digno de misericordia."
Luego murió y fue llevado por manos demoníacas Engaño al prójimo.
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