"Como un sueño sería ser cortado miembro por miembro, como Santiago el Interciso; sufrir un martirio de veintiocho años, como San Clemente de Ancira; o estar treinta y ocho años en una cama entre toda clase de enfermedades, como Santa Liduina.
Pero hubierais considerado igualmente un sueño el penar en el mismo fuego tantos millones de siglos como las arenas del mar, y luego terminar la pena con el aniquilamiento.
Este desenlace y este cambio hubiera sido para vosotros un gran favor, tanto que lo hubierais agradecido eternamente a vuestro Juez, como muestra de su gran amor hacia vosotros.
¿Acaso no es una mayor gracia el que no os haya dejado experimentar, ni siquiera por poco tiempo, esas infinitas miserias, en lugar de haberos sacado de ellas después de haberlas probado?
Y si, después de haber probado un solo sorbo de ese amargo cáliz de la ira de Dios, hubierais recibido como una gracia indescriptible poder cambiarlo por cualquier otra miseria que tuviera fin, ¿cómo os quejáis ahora, mientras Dios os cambia esos males por otros que, si se puede decir, son meramente pintados? Os lamentáis de las angustias internas de vuestro corazón, os lamentáis de las molestias que os causan vuestros adversarios..."
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