"La Magia Prestidigitadora y la Existencia de los Demonios: Un Análisis de los Engaños y Fenómenos Sobrenaturales"
Otra especie de magia prestidigitadora son los efectos mixtos, compuestos de cosas verdaderas y falsas, o de meras apariencias. A estos prestidigitadores se refiere lo que se ha dicho de Pasetes, quien, mediante ciertos encantamientos, hacía aparecer de repente un banquete suntuoso, el cual desaparecía de nuevo a su antojo. Solía también comprar cosas y pagar por ellas, pero al poco tiempo se veía cómo el dinero volvía en secreto al comprador. Muchos de estos relatos son similares a lo que leemos sobre Simón el Mago en los escritos de San Clemente Romano, donde se cuenta que creó un hombre nuevo del aire y que podía volverse invisible ante quienes lo deseaba. Parecía atravesar rocas como si fueran lodo, animar estatuas, salir ileso del fuego, y mostraba dos rostros como el dios Jano. También se decía que se transformaba en oveja o cabra, que volaba por los aires y que hacía aparecer grandes cantidades de oro de repente.
Muchos de estos trucos también están relacionados con lo que hacen los malabaristas y funámbulos, quienes, mediante el uso de encantamientos, logran sus hazañas, cuando en realidad se deben a la habilidad de sus pies o manos. A veces, estos efectos se logran mediante animales entrenados con gran dedicación, como lo narran autores como Juan y León sobre los asnos y camellos en África. En otras ocasiones, se usan pasajes ocultos por los que algunas personas se introducen, como hacían los sacerdotes de Bel en el libro de Daniel, fingiendo que el dragón devoraba los alimentos.
Esta magia natural es en sí misma buena y lícita, como todas las artes que son buenas en su esencia, pero se vuelve ilícita cuando se utiliza con fines maliciosos, cuando genera escándalo porque se cree que estos actos se realizan con la ayuda de demonios, o cuando causan daño espiritual o físico, ya sea al prestidigitador o a los espectadores. Esto último ocurre porque quienes, sin necesidad o causa justa, se exponen al peligro de muerte por mero juego, se condenan.
Es importante notar que el diablo puede disponer las cosas de tal manera que una cosa parezca otra, y muchos de estos experimentos son realizados por prestidigitadores. También es sabido que estos suelen mezclar, entre diez trucos mágicos, uno que parece realizado con agilidad o destreza, con el fin de convencer a los espectadores de que todo lo que hacen no tiene relación con la magia, sino que es fruto de su habilidad. El diablo disfruta provocando risa en los hombres, para que, en su alegría y entusiasmo, sigan la impiedad. Así, estos prestidigitadores y malabaristas a menudo fascinan incluso a los jueces, llevándolos a una alegría tonta y admiración, de modo que todo les parece solo un entretenimiento.
Ahora bien, nos queda hablar de la magia demoníaca. Antes de adentrarnos en su demostración, creo que es oportuno investigar primero si existen los demonios, de los cuales la magia demoníaca toma su nombre. La existencia de los demonios está ampliamente probada, y creo que todos lo dan por cierto, no solo los fieles, sino también los infieles. Platón, el filósofo, como menciona San Agustín, divide a los espíritus racionales en tres tipos: dioses, demonios y hombres. Los primeros habitan en los cielos, los segundos en el aire y los terceros en la tierra. Y quién no ha oído la famosa división de los platónicos sobre los cacodemonios (demonios malos) y los calodemonios (demonios buenos). El mismo Platón afirma que todos necesitamos leyes y ayuda divina contra los demonios.
Tales de Mileto escribió que el mundo está lleno de demonios. Lactancio menciona que Sócrates tenía un espíritu familiar, y Hermes Trismegisto también afirma la existencia de demonios, sobre los cuales Calcidius escribe extensamente en su comentario sobre el Timeo. La existencia de demonios también está probada por la autoridad del Antiguo y Nuevo Testamento. En Génesis 3 se menciona que, cuando Adán y Eva estaban desnudos en el paraíso, había otra criatura racional de distinta especie además del hombre, ya que se dice: "La serpiente era más astuta que todos los animales del campo", y esa serpiente no hablaba por su naturaleza, sino que una naturaleza intelectual ajena a la serpiente hablaba a través de ella, y se dice que esa criatura racional era el diablo. También en el libro de Job (cap. 10) se lee: "Caerán sobre él todos los horribles demonios", y en Mateo (cap. 25) se menciona: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles."
Estos son, por tanto, los testimonios y las autoridades de los filósofos que afirman la existencia de los demonios. No mencionaré las autoridades de los poetas, ya que estas no son tan relevantes en este contexto.
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