Un noble llamado Hispano, con el apellido Tarpius, sufría durante el sueño ciertas visiones, de tal manera que, por la noche, se levantaba y deambulaba por su casa, corriendo de un lado a otro, aunque seguía dormido. Sus sirvientes, temiendo por él, solían colocar un recipiente con agua cerca de su cama, de manera que, al mojarse, despertara de inmediato, como se había comprobado por experiencia en sonámbulos. Sin embargo, una noche, debido al calor, Tarpius se levantó con la intención de refrescarse nadando en un río cercano. Así que, vestido solo con una ligera capa y una túnica, abrió las puertas de su casa y salió, aún dormido.
Al salir de la ciudad, se encontró con otro hombre, quien le preguntó a dónde se dirigía en medio de la noche. Tarpius respondió que, impulsado por el calor, había decidido cruzar el río nadando. A lo que el otro hombre añadió: "Yo también estoy haciendo este camino por la misma razón, para sumergirme, así que no te incomodes en acompañarme." Tarpius le dijo: "Sigamos juntos", y conversando, llegaron al río. Tarpius se quitó la túnica y se preparaba para sumergirse, pero el otro, burlándose de él, dijo: "Me parece que no eres muy hábil en el arte de nadar." A lo que Tarpius respondió: "Sabe que no necesito seguirte ni a ti ni a nadie en esto."
El otro hombre replicó: "Ahora veremos si puedes hacer lo que yo estoy preparado para hacer."
Tras decir esto, se dirigió al borde del puente, se preparó con piernas y manos y se lanzó al agua, gritando mientras nadaba: "¡Oye! Si te atreves, prométeme que me seguirás por el mismo camino."
Tarpius, para no parecer cobarde, también subió al puente y, aún dormido, se arrojó al agua. Al mojarse, despertó de inmediato, temblando y atónito; sin embargo, comenzó a nadar con habilidad y miraba a su alrededor para ver hacia dónde se había desviado su compañero, pues le parecía que realmente estaba nadando con él.
Sin embargo, al darse cuenta de que había sido engañado por un demonio, se encomendó devotamente a la Virgen María y, tras un gran esfuerzo, nadó hasta la orilla. Luego regresó al puente donde había dejado sus ropas, encontrando solo su capa y su túnica. Al darse cuenta del engaño, temeroso, se dirigió de vuelta a casa, donde sus sirvientes, que lo estaban buscando, lo encontraron y él les explicó todo lo que había sucedido. Desde entonces, Tarpius durmió más ligeramente y actuó con mayor prudencia para no ser engañado de nuevo por un demonio.
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