Vinieron del cielo unas vírgenes al aposento de San Pedro mártir

 


AL Obispo Moises: Quiso probar su Metropolitano. Moises, al oír esto, mandó a sus sacristanes, diciendo: “Cuando venga aquí Moises a decir misa, echadle con desprecio, y decidle: ¿Qué quiere aquí este negro entre los blancos?” Y pasó uno que fue tras él a ver lo que hacía o decía, y cuando vino a decir misa, trataron a Moises como el Metropolitano había ordenado.

Moises, oyendo esto, se salió y iba diciendo: “Ciertamente ellos tienen razón, porque no siendo tu hombre, te has querido meter entre hombres.” Y refiriendo esto fielmente al Metropolitano, dijo: “Ciertamente que es humilde Moises”, y tornáronlo a llamar con mucha honra y reverencia.

San Antonio, que lo recibiese para servir a Dios, y porque no se quiso vengar con sus manos, todo lo que con ellas alzando al cielo pedía a Dios, se lo concedía. 

A San Antonio quisieron afrentar sus emulos. Le hurtaron una noche sus vestidos, y le pusieron otros de mujer. Y cuando tocaron a maitines, se levantó, y pensando que se cubría con sus vestidos, vistióse los que le habían puesto, y entrando así en el coro, se rieron de él y murmurarón. Y como se mirase y viese los vestidos que traía, entendió la maldad de sus enemigos, y callando se volvió a su celda.

 Vinieron del cielo unas vírgenes al aposento de San Pedro mártir. Y estando con él hablando, pasó un fraile que oyó ruido de mujeres en aquella celda, de lo cual dio luego noticia al Prior, y mandóle decir su culpa en el capítulo. Y él lo hizo con humildad, diciendo: "Pecador soy". Y desterrándolo, y entrando en su celda, comenzó a llorar delante de un Crucifijo, y a decir: "Yo, Señor, ¿qué hice para que me castiguen así?" Respondióle Cristo: "Y yo, Pedro, ¿qué hice para que así me trataran?" Y consolóse el santo con Cristo.El Abad Macario solía contar de sí mismo que, siendo mancebo, habían ordenado y hecho Cura de un pueblo contra su voluntad. Y como en aquel pueblo una donzella pareciese preñada, sus parientes la compelieron a decir de quién había concebido, y ella, por evadirse, dijo que del Cura Macario. Por lo cual los labradores le perseguían gravemente.

Viendo esto, un conocido suyo dijo a los labradores: “¿Por qué maltratáis al santo?” Respondieron ellos: “Sí, el santo tiene un hijo; a matarlo tenemos, sino da un fiador que sustente al que naciere y a su madre.” Entonces rogó Macario al amigo que lo fiase, y hecho esto, los labradores cesaron de su persecución. Macario, con la nueva carga, se exhortaba de esta manera: “Ea, Macario, trabaja, pues tienes ya hijo y mujer.”

Y habiendo puesto a la mujer en un monasterio, llegada la hora del parto y puesta en peligro de muerte sin poder parir, lloraba, diciendo a voces: “¡Ay de mí, que pequé! Levantando falso testimonio al inocente, rogadle que me perdone y que ruegue a Dios por mí.” Fueron al fiador, amigo de Macario, con esta embajada, y por su intercesión hizo Macario oración por ella, y luego parió. Con lo cual entendieron todos su paciencia, inocencia y santidad."

*Paladio cuenta del Abad Esteban, que cayó con cáncer en sus miembros, y los médicos le cortaban las carnes, y no dejaba por ello de hacer las obras de esteras con sus manos; y admirado Paladio, que se halló presente, decía: "Insensible se ha hecho Esteban, y mientras los médicos le quemaban y cortaban las carnes, él los consolaba, diciendo: 'Por ventura lo merecen los miembros que lo padecen, y más vale sean aquí castigados que en la otra vida'."" (Paulo Solitario, Abad: 

 Paulo Solitario cuenta el mismo Paladio, que sanaba con aceite bendito a otros, y estando el enfermo, no quería ser sano, sabiendo que su paciencia así había de ser coronada.


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