Gracia y caridad con las que fe nos da, no al don, por ser corporal, pero sí que fuese espiritual, como es recibir el sacramento de mano del hombre; mas debemos mirar al don y a la gracia con que se da: pero cuando Dios se nos da a sí mismo, o cuando nos da a Cristo nuestro Redentor, entonces el don y el dador son iguales, y de todas partes la obligación que recae sobre nosotros para agradecer lo que se nos da es inmensa. De aquí veremos cómo la gratitud que se guarda debidamente con los hombres nos dispone para ser mucho más agradecidos a Dios por sus tan grandes beneficios, dados con infinita caridad.
También es cuestión si a los siervos se les debe gratitud, ya que todo lo que hacen es debido a los señores. Pero, aun así, la gratitud por los servicios comunes no resulta en una obligación de gratitud. Mas cuando el siervo o esclavo hace servicios particulares, no debidos al señor, sino de consejo y supererogación, a estos tales se les debe agradecimiento, porque como ellos usan de una gracia no debida, así los señores deben corresponder con gratitud.
Si algún interés está involucrado, no se debe gratitud. Pero dijo Séneca: Si alguno me hiciera algún bien por su interés y provecho, a este no se le debe agradecimiento, porque se comporta conmigo como con su ganado, que lo sustenta para después matarlo y comérselo, y esto no es amistad, sino usura.
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