"Que carísimos hermanos dijo san Antonio Abad,no temáis las ilusiones diabólicas, porque Dios, que ha triunfado de los demonios, asegura que quedará en nosotros y nos preservará y defenderá de todas sus tentaciones, mientras nos conservemos en su gracia. Procuremos, pues, resistirlas, porque todas las veces que los demonios conozcan nuestros pensamientos, así se nos vendrán a nosotros y entrarán en nuestras almas y corazones; si las hallan vanas e inconstantes, se entrarán como ladrones y lobos carniceros, quitándonos alma y cuerpo; pero si nos hallan firmes y constantes en el amor de Dios y nuestros pensamientos firmes e invariables, es cierto que ninguna de sus tentaciones tendrá poder sobre nosotros, antes se ausentarán y retirarán confusos.
¿No tenéis maravilloso ejemplo de esto en el pacientísimo Job, el cual por su firmeza en la fe venció siempre al demonio? Porque, por más tribulaciones que le hiciese, tuvo siempre firme fe en Dios. Al contrario, el desventurado discípulo Judas, que por falta de fe y esperanza se perdió. La cosa más principal y necesaria para vencer al demonio es tomar con gusto las cosas espirituales y tener el corazón firmísimo en Dios; esa virtud de la constancia hace huir a los demonios, así como el humo se desvanece. Por tanto, si nos viene alguna visión, es menester preguntar con audacia y sin temor quién es el que se nos presenta delante, de dónde viene, y si es un ángel enviado de Dios. Porque si lo es, el temor y recelo que tenemos se volverá en alegría y gozo espiritual, y si es maligno, al instante que sea interrogado por el alma devota, se ausentará.
Habiendo el Santo dado fin a su plática espiritual y provechoso razonamiento, cada uno de sus religiosos quedó admirablemente gozoso, esforzándose en adelante en adquirir muchas virtudes. Los que antes tenían poca fe, fueron por medio de sus palabras y enseñanza confirmados en una fe muy perfecta, y los otros quitaron todas las falsas opiniones de sus pensamientos, de suerte que ya no ponían duda en las tentaciones del demonio, ni las temían; admirándose mucho de cómo San Antonio les había así instruido tan altamente en conocer la diferencia entre el ángel bueno y el malo."
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