Un monje que moraba en la parte inferior del desierto, llenaba su jarra de agua a la hora de la comida; y de pronto se cayó la jarra y se derramó el agua. Y por inspiración de Dios, se dijo: «Iré al desierto y contaré a los ancianos esto que me ha sucedido con el agua». Se puso en marcha y como se hiciese tarde durmió en un templo pagano que había junto al camino.
Y durante la noche oyó a los demonios que decían: «Esta noche haremos caer a aquel monje en la impureza».
Al oírlo, se afligió mucho y llegándose al anciano lo encontró triste. Y le dijo: «¿Qué he de hacer, Padre? Lleno mi jarra de agua y a la hora de la comida se derrama toda».
El anciano le respondió: «Vienes a preguntarme por qué se te cae la jarra. Y yo ¿qué debo hacer, pues esta noche he caído en la fornicación?».
«Lo sabía», le respondió el otro. «¿Tú, cómo lo sabes?», le dijo el anciano.
«Dormía en un templo y oí a los demonios hablar de ti», le contestó.
Y el anciano dijo: «Me vuelvo al mundo».
Pero el hermano le suplicaba: «No, Padre, quédate aquí; despide a esa mujer. Lo que te ha ocurrido ha sido obra del enemigo».
El anciano le escuchó y se animó. Redobló su penitencia con muchas lágrimas, hasta que recobró su estado anterior.
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