En el cielo tiene uno todo cuanto desea

  


se le apareció una noche el difunto párroco de Castelnuovo, paseando bajo los pórticos del Oratorio. Parecía muy saludable y contento.

—¡Oh, señor párroco!, exclamó Juan Bosco—.

¿Vos aquí? ¿Cómo está?

—Soy feliz, felicísimo. Pasee conmigo. <■

—¿No desea nada?

—En el cielo tiene uno todo cuanto desea. Pero pasee:

vamos hablar.

—¿Me reconoce bien?

—¡Oh, maravillosamente!

—Míreme atentamente. ¿No ve que estoy en plena juventud y lleno de la más perfecta alegría?

—Sí, señor párroco, es Vos, no lo puedo poner en duda.

Después de haber paseado un rato, como solían hacer en otro tiempo el aparecido le dijo:

—¿Qué?, ¿ha aprendido la lección?

Y al decir esto desapareció.

Entonces Juan Don Bosco comprendió que Luis se las había entendido con aquel sacerdote. Y después de contar esto, dijo a los señores Colle:

—Semejantes favores son tan extraordinarios, que aterran por la responsabilidad que recae sobre quien tiene la obligación de corresponder a tantas gracias.

Durante el viaje del por Francia, en 1883, las apariciones se multiplicaron.


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